JOSÉ INIESTA, UN POETA HONDO





José Iniesta (Valencia, 1962), licenciado en Filología Hispánica y profesor de instituto, es un poeta al que conocimos hace pocos años gracias a Facebook, aunque ya tenía una trayectoria, pero en mi caso fue así como fijé la atención en él. Nos gustaba tanto que siempre compartíamos, como ahora, sus poemas. Desde entonces, hemos reseñado algún libro suyo, como Las razones del viento (Sevilla, Renacimiento, 2016) y ya forma parte de uno de mis poetas actuales preferidos, sin duda alguna. Por ello es un honor y una alegría traerlo a nuestra revista La musa y el duende con una serie de poemas que son soleares casi todas. Quedamos agradecidos por su amabilidad.

José ha publicado varios libros de poesía: Del tiempo y sus castigos (Sagunto, 1985), Cinco poemas (Sagunto, 1989), Arder en el cántico (Sevilla, Renacimiento, 2008, Premio Ciudad de Valencia Vicente Gaos), Bajo el sol de mis días (2010, Premio de Poesía Ciudad de Badajoz), Y tu vida de golpe (Sevilla, Renacimiento, 2013), Las razones del viento (Sevilla, Renacimiento, 2016), El eje de la luz (Sevilla, Renacimiento, 2017), Llegar a casa (Sevilla, Renacimiento, 2019), Cantar la vida (Sevilla, Renacimiento, 2021). Que haya publicado casi todos en la prestigiosa colección y editorial sevillana de Abelardo Linares, Renacimiento, ya dice mucho de su calidad.

Le preguntamos por su relación con el flamenco y nos ha contestado lo siguiente: “Mi afición y más que afición al flamenco viene de muy lejos. Mi abuelo Galo, al que yo no conocí, me contaba mi abuela que cantaba flamenco muy bien, por los caminos de Sierra Morena, de venta en venta y de pueblo en pueblo, pues era arriero y comerciaba con aceite. Yo de joven seguía con devoción el estupendo programa de Fernando Quiñones que hacían en la 2, y empecé a conocerlo más, a comprar algunos discos, el primero de Camarón. Viajé muchos años por pueblos de Andalucía en busca de festivales de cante hondo, a veces solo y otras acompañado, y tuve oportunidad de ver a grandes cantaores ya desaparecidos. Me vienen a la cabeza La Paquera de Jerez, Fernanda y Bernarda de Utrera, Camarón y mi Carmen Linares, José de la Tomasa, a Menese y José Mercé, Miguel Vargas, a El Agujetas, María Soleá, Inés Bacán, El Cabrero... Fueron muchos, porque fui muchos años y pasé por pueblos y festivales de cante que perdurarán en mi memoria: Utrera, Morón, Puebla de Cazalla, Marchena, a Sevilla y Jerez y Cádiz, al Cante de las Minas. También a los festivales de flamenco de mi ciudad, Valencia, Torrente, y a Madrid en cuanto tenía ocasión. Las letras del flamenco, muchos de sus versos (no todos) siempre me impactaron hondamente por su verdad y brevedad, por su fuerza arrolladora en el dolor y en la alegría, en el misterio, en el grito que sale desde dentro, ya me entiendes. Lo he escuchado mucho también en soledad y lo he llorado. Conozco más o menos palos e identifico muchos de ellos al escucharlos, aunque algunas veces me equivoco. El cante flamenco lo siento como mío”.

A nuestra revista traemos una selección que nos ha enviado el autor. Naturalmente, la calidad es alta como en su poesía en general. Aborda temas ineludibles como el tiempo, la soledad, la vida, el sueño, la duda existencial, la muerte, el amor, el dolor, el desasosiego. Usa la estrofa llamada soleá, de tres versos, y en algún caso la estrofa de cuatro versos conocida como copla, cuarteta asonantada o cantar. Por tanto, por esta característica y sobre todo por el tono y fondo de muchas de ellas podrían encajar en el cante (en el palo o estilo llamado soleá, aunque también en otros).

Algunas enlazan totalmente con las de la tradición: “¡A mí me importa muy poco / quién viene por el camino, / porque me siento muy solo!”, “Cuántas cuentas hice yo, / y las cuentas no me salen / cuando son del corazón”, “Yo buscaba mi sentido, / y encontré la confusión / en un cruce de caminos”. Así que los cantaores y cantaoras tienen en esta selección motivos para ampliar su repertorio de letras, de lo que se alegraría mucho José, por supuesto, y nosotros con él. Que así sea y enhorabuena por tan alta calidad poética de toda su obra. Adjuntamos dos fotos realizadas por su hija Irene Iniesta Llopis.

Les ofrecemos la selección, que titula de forma general “Aunque muera de sed”:

AUNQUE MUERA DE SED

¡A mí me importa muy poco
quién viene por el camino,
porque me siento muy solo!

En un minuto yo canto
toda mi vida completa.
¡Qué sinfonía los pasos!

Voy a hacer las cosas bien,
sin miedos y a mi manera.
La soledad me ha enseñado
a no creer en banderas.

Entre la vida y el sueño
hay un río que se escucha
en las afueras y adentro.

Tengo una rosa en la mano
y en mi pecho el desconcierto
de no saber dónde vamos.

¡Cómo cabe lo infinito
en mi vida, siendo breve,
si lo canto en el camino!

Nada quiero en esta silla
cojita de mis tormentos
donde sé que soy la vida.

Habrá que creer en algo
para encontrarle sentido
al misterio de mis pasos.

Qué pena más grande tengo.
Estaba mirando el río
y aumentaron mis desiertos.

Supongo que no sé nada,
pequeñas cosas acaso
sin demasiada importancia.

¿Desde cuándo el loco viento
me susurra entre las cañas
las canciones de mis muertos?

Descalcito, soy del tiempo,
voy pisando las baldosas
de mi casa, y es invierno.

En la luz de mis mañanas
donde todo está pasando
jamás me sucede nada.

¿Y quién me lo iba a decir
que después de tantos pasos
me alejaría de mí?

Era el alba y atardece.
Ayer mi rosa se abrió
y ya no me pertenece.

Acógeme, noche en calma,
que aquí mi madre no está
y caricias me faltan.

Qué poca importancia tengo.
Estoy mirando en los bosques
maneras de ser del viento.

Donde el viento, en las palmeras,
se me van los pensamientos,
la sed, los años, las penas.

¡La razón de mi cantar
ni siquiera yo la sé,
y os lo digo de verdad!

Cuántas cuentas hice yo,
y las cuentas no me salen
cuando son del corazón.

Sé que me voy a morir,
y a la vida la amo tanto
que me voy a resistir.

Como llevo un grito dentro
sé que el silencio no existe.
¡Mis cantares son del cielo!

A mí ya me sobra todo
de tantas necesidades.
¡Mira qué pobre es el oro!

No soy nadie al caminar.
Ni mi gente me conoce.
El dolor cambió mi rostro,
el amor borró mi nombre.

Yo viví en la claridad,
y hoy el mundo se oscurece
al llegar la tempestad.

Medito y nada me queda,
salvo este sol, qué alegría,
abrazado a mis tristezas.

Yo buscaba mi sentido,
y encontré la confusión
en un cruce de caminos.

Por mis selvas y desiertos
yo no sé qué va a pasarme:
la vida es un contratiempo.

¡Y qué más da dónde vaya
si no sé dónde me encuentro
ni a las diez de la mañana!

Ahora estoy donde no estoy.
¡Ya ves qué importan lugares
donde clama el corazón!

Mi vida es un desarreglo,
igual lloro de nostalgias
que río de desconciertos.

Voy a romper mi reloj
con una piedra muy dura
por saberme en libertad
antes de mi sepultura.

La vida, ¡qué cosas tiene!
Ayer vine a levantarme,
hoy no sé dónde caerme.

Barruntaba con mi frente
que no existen los caminos
si no soñamos la fuente.

¡Cómo me pesan los años
y el silencio de las horas
en mi viaje a ningún lado!

Esta vida es un derroche
de mentiras y de abrazos,
de jazmines y de golpes.

Yo no sé lo que me pasa
que sendero que yo elijo
se me vuelve encrucijada.

Contigo, muerte, contigo
no tengo nada que ver
porque jamás te he querío.

De tanto camino andado
no sé si vengo o si voy,
ni sé si es condena o dicha
el tic-tac de mi reloj.


                                                                                                José Cenizo Jiménez