Juan Pinilla conjuga en su cante conocimiento y emoción. Respeta el flamenco clásico y canta el flamenco del mañana. Es un hombre comprometido y un cantaor apasionado. Humana raíz es el último eslabón de una cadena discográfica, en la que destacan Lámpara minera (2008), Jugar con fuego (2014) y Los abajo firmantes (2018). Es una confesión íntima. En él, Juan Pinilla se desnuda. Canta recuerdos, sentimientos e ilusiones. Y lo hace con sus propias letras.
Son diez cantes que le definen como persona. “El andador
sonámbulo”, un “paseo onírico por Granada” en palabras suyas, que nos habla a
ritmo de bulerías de soledades, incomprensiones, lecturas, “sueños expropiados
por impago espiritual”, angustias, urgencias de “un pájaro que nunca quiso
volar”. “Andalucía”, un himno inspirado en los escritos de Blas Infante, un
alegato reivindicativo cantado desde la alegría rítmica de la rumba y del tango
y con ecos viajeros del “Downtown train” de Tom Waits, un homenaje a su tierra,
“al paraíso en el que abrí los ojos y desde donde partiré el día que termine mi
camino”; un piropo a esa “patria de libertad”, donde “todo el mundo cabe” incluidos esos bandoleros
“que robaban a los ricos para repartirlo entre el pueblo”. “Casa Pabón”, un
recuerdo y un homenaje por soleá a la sin par Pastora “Niña de los Peines”, “Emperadora
máxima del arte andaluz” la llama, y a su hermano Tomás, “Príncipe flamenco de
la Alameda de Hércules”. “La teoría del olé”, una expresión de júbilo por
tangos. El alborozo de una nueva vida, la exaltación del amor y la felicidad
por la anhelada victoria. “Los cantes del currelo”, un racimo de estilos
(temporeras, martinete, pregón, arriera y minera) que evocan el trabajo en el
campo, en la fragua, la venta ambulante, los caminos y la mina. En palabras de
Pinilla, “una reivindicación del origen obrero del cante”. “Filosofulerías”, un
desahogo por bulerías. Nietszche, Marx y Freud al compás de amalgama. Pensamientos,
sentimientos y emociones. “Autorretrato”, un desnudo integral, una catarsis por
soleá y tientos. Pinilla habla y canta. Revive y comparte recuerdos. Una
versión poética de su niñez, adolescencia y
juventud. Ilusiones y lecturas. Venturas y desventuras ꟷcanta ”Soy piedra y perdí mi
centro”, como lo hacía Pastoraꟷ. “Hijos de
Gades”, un tributo y un piropo a la milenaria Cai, a sus cantaoras (la Perla), a
sus cantaores (Chano Lobato, Manolo Vargas), a sus poetas (Alberti, Quiñones,
Juan Carlos Aragón) y a aquellas puellae
que le hacen rematar el cante con ese “Y es que a Cái lo del arte de tan lejano
le viene que hasta en los tiempos de Ulises bailaban con soniquete”. “Mortal y
rosa”, un auténtico quejío. Pinilla llora por seguiriya con Francisco Umbral la muerte de su hijo Pincho. Y como buen
luchador, se despide cantando junto a Amparo Sánchez “Bella ciao”, ese himno
que demanda “justicia, libertad, igualdad y fraternidad”, como hacían aquellos
partisanos antifascistas que lucharon en la II Guerra Mundial.
Son diez temas que cautivan, emocionan y dan que pensar. Para
ellos ha contado con las guitarras de David Caro, Luis Mariano y Antonio de la
Luz, la percusión de Javier Rabadán, la flauta de Sergio de Lope, el piano de
Paquito de la Iguana, el sitar de Tomás “Tirtha” Rundquist y la palmas y voces
de Marta ‘La Niña’, Gilberto de la Luz, Mariano Cortés y Ángel Rodríguez
‘Chanquete’.
Un disco que sinceramente os recomendamos.
José Luis Navarro