Juan Manuel Suárez Japón. (2020). Versos de ausencia y esperanza. Ayuntamiento de Coria del Río & Autor.
Juan Manuel Suárez Japón, coriano de 75 años, profesor
universitario, político, escritor, aficionado, estudioso y autor de varios
libros sobre flamenco, nos descubre una nueva faceta de su personalidad
literaria, la de poeta. Una faceta que, de alguna manera, también está
relacionada con el cante jondo, porque nos habla de sentires profundos, a veces
incluso agobiantes, atormentados, cercanos a la seguiriya y el martinete.
La vida es complicada y paradójica. A esta maldita pandemia hay
que agradecer que este hermoso libro haya visto la luz, porque nos está dando
todo el tiempo del mundo para reencontrar papeles antiguos y recordar cosas del
pasado. Así ha nacido Versos de ausencia
y esperanza, una auténtica válvula de escape, un bálsamo. Consta de 6 partes:
Poemario de ausencia, Los que habrían de venir, Poemillas del Río, Otros
poemas, Romances, Y algunos haikus.
En muchos versos, se respira tristeza. Es una poesía en la que
predominan las sombras “Los días van paso a paso consumiéndose, persiguiendo
las sombras de las horas”, “Habito dentro de lo oscuro, en la tenebrosa prisión
de los suspiros, en el hondo dentro de soledades íntimas”. Son recuerdos
amargos de seres queridos, de la madre “Mi madre se ha sentado a esperar el
paso de sus horas”; de su mujer “Sesenta años vividos, verso a verso, beso a
beso”. Como reza el mismo título, toda una parte del libro está dedicado a ausencias
“Todo el tiempo del tiempo que no tienes duermes un sueño que es de ausencia y
olvido”; a amigos que nos han dejado “Lúgubre transita por las calles el
cortejo. Lleva una muerte con nombre y apellidos”. La añoranza es el foco
central del que emanan muchas palabras. Versos cargados de irremediables
angustias “no hay cura posible para esta angustia mía”, “Siento una pesada losa
gris de tiempo oscuro”.
La rabia y el miedo se apoderan de otros. En “La Casa”, grita
“¡Derribemos la casa. Arranquémosle una a una sus piedras!” e incluso se asoman
a la visita que le hace con sus nietos, “Venid, dadme la mano: Tengo miedo”.
Como coriano de corazón, le dedica versos a su Guadalquivir ꟷno podían faltarꟷ, “ese espacio gris donde habitan los
sueños”, “Amaneció en el río: ¡Ya es de día en el mundo!”. Otros, especialmente
en “Los que habrían de venir”, delatan su condición de geógrafo: “Tras el
cristal oval de la aeronave veis el ocre perfil de Etiopía, la cinta del Nilo y
sus historias, el arenal inmenso y las palmeras nacidas en mitad de la nada.”
Hay, sin embargo, una segunda parte que habla de esperanzas “Se
empieza a acercar una bonanza, presagio
de futuras esperanzas agridulces”. Esperanzas las más de las veces manchadas
de desasosiego, “Apenas un día más pero ya siento difusos el temor y tangibles
los besos, más reales los sueños, más alegres las lágrimas.” Le confortan sus
nietos, “morir sería no poder abrazarlos, no escuchar cómo lloran o ríen,”, “Este abuelo […] ya solo quiere ser
[…] el camino que les conduzca al lugar en que sean felices.”
Juan Manuel es un hombre bueno al que le horrorizan los
crímenes y se rebela y protesta por “Ese niño que va a morir porque habéis
decidido que ha llegado el momento”.
Como flamenco antiguo completa su libro con unos
romancerillos, casi al estilo de Alonso el del Cepillo o José de los Reyes el
Negro.
Y, porque del Japón llegaron hace algún tiempo sus antepasados a Coria, cierra este poemario con unos cuantos haikus. Este nos gustó en particular:
Como un milagro,
el feo pichón
se torna linda paloma.
Una última alabanza para esa acertadísima portada de Juan
Manuel Suárez García, que refleja gráficamente a la perfección el contenido del libro, mitad
negrura y mitad pájaros que vuelan esperanzados.
Enhorabuena, Juan Manuel, por esta novedosa incursión en la
poesía. Ha merecido la pena.
José Luis Navarro