Anoche en el Teatro de la Maestranza el Ballet Nacional de
España, dirigido por Rubén Olmo, le rindió homenaje en el centenario de su
nacimiento a Antonio Ruiz Soler, un sevillano universal que fundió flamenco,
folclore y escuela bolera, lo aderezó con pasos de danza clásica y creo de la
nada la Danza Española.
Rubén llevó al escenario del Maestranza bailes de aquel chavalillo
que llegó a América huyendo de nuestra guerra incivil, coreografías de su
regreso a España y de su paso por el Ballet Nacional y coreografías propias
montadas en su honor.
Fue un espectáculo fastuoso que hizo las delicias de un
Maestranza al 50% de púbico. Se inició con las “Sonatas” de Antonio Soler, una coreografía de 1953, estrenada por Antonio y
su Ballet Español en el II Festival Internacional de Música y Danza de Granada.
Un auténtico derroche de imaginación y danza que lució vestuario y decorados de
la reposición que hiciese Antonio para el Ballet Nacional en 1982.
Siguió “Vito de gracia”, un paso a dos histórico interpretado
por Rubén Olmo y Miriam Mendoza que Antonio bailó con Rosario en 1944 en el
musical de Delmer Daves Hollywood canteen,
estrenada el 31 de diciembre de 1944 en plena segunda guerra mundial para solaz
de los militares norteamericanos. Un baile en el que Antonio se lució con espectaculares
y efectistas movimientos como esa serie de seis piruetas rematadas
por una caída de rodillas al suelo y salto en el que cambia las piernas de
posición para volver a caer al suelo que reprodujo Rubén o esas 4 pasadas con
caídas de rodillas que también efectuaron Miriam y Rubén. Aquel “más difícil
todavía” que consolidó los nombres “Rosario y Antonio” como cabeceras de cartel en el Waldorf
Astoria neoyorquino ꟷal llegar a América se los
conocía como los “chavalillos sevillanos”ꟷ.
Cerró
la primera parte “Estampas flamencas”, una serie de estilos flamencos coreografiados
por Rubén Olmo y Miguel Ángel Corbacho con el que se acordaron del Antonio más
flamenco, así como de uno de los maestro de Rubén, Manolo Marín, presente en el
Maestranza. Primero, interpretaron un martinete y un zorongo coreografiados por
Corbacho. El martinete, con unos versos
de Federico García Lorca como introducción, bailado por 11 bailarines y el
zorongo, con música de Federico, interpretado por Inmaculada Salomón y
Antonio Correderas.
Después, un taranto y unos caracoles de Olmo. Un solo minero interpretado
también por Rubén y unos llamativos caracoles luciendo faldas de cola y
mantones de Rubén por 9 bailarinas. Cerraron esta primera parte con las
imprescindibles sevillanas.
La
segunda parte la inició Esther Jurado con “Asturias” de Isaac Albéniz, coreografiada
por Carlos Vilán, en recuerdo del montaje que estrenase Antonio el 1 de
noviembre de 1980 en el Teatro Municipal de Zaragoza, recién nombrado director
del Ballet Nacional. Luego, fue Francisco Velasco quien interpretó el famoso “Zapateado” de Pablo Sarasate que
Antonio bailó en 1946 en el Teatro Bellas Artes de México. Ese verdadero tour de forcé que convirtió sus pies en un
instrumento de percusión solista, de una precisión, un virtuosismo técnico, una
musicalidad y una creatividad inigualada hasta ese momento.
Y, por fin, otra joya de la danza española, “Fantasía
galaica” de Ernesto Halffter, estrenada por Antonio el 30 de junio de 1956 en
el V Festival Internacional de Música y Danza de Granada, y por el Ballet
Nacional, dirigido por Antonio Gades, en 1979 en el Teatro Juárez de Guanajuato
de México.
Dos horas largas de la mejor danza que seguro que habría
disfrutado de haber estado presente aquel chavalillo, discípulo de Realito,
Ángel Pericet y el maestro Otero, que sorprendió al mundo de la danza durante
más de 6 décadas.
Enhorabuena, Rubén.