José Antonio Valencia Vargas (Barcelona, 1975), desde que se subiese a un escenario allá por 1980 hasta que logró el Giraldillo del Cante en la XVII Bienal de Sevilla, se ha caracterizado siempre por el poderío de su voz y su inquebrantable lealtad a la concepción clásica del Flamenco. Sin salirse de esa línea, ha dado un paso más y acaba de publicar su tercer disco, La alta torre, en el que se asoma, en el 150 centenario de su muerte, al mundo poético de Gustavo Adolfo Bécquer. Un disco que se presentó el 7 de septiembre pasado en el Teatro Lope de Vega en la XXI Bienal de Sevilla [1].
Se suma así a los cantaores que se han sentidos atraídos por la magia de sus versos, nombres importantes como Enrique Morente (El pequeño reloj), Calixto Sánchez (De la lírica al cante, Andando el camino) y María Terremoto (Poesía eres tú), por citar a unos pocos [2]. En La alta torre José Valencia pone voz y música jonda a varias de sus rimas. Un reto que el lebrijano afronta de la mano de Francisco Robles, con rigor, respeto, seriedad y éxito.
Valencia atempera el grito y vocaliza a la perfección. Le imprime sentimiento, flamencura, y encauza cada poema por el estilo que a su entender mejor le cuadra. Así, la famosa Rima LIII, “Volverán las oscuras golondrinas”, se convierte en unos sutiles tangos lentos y, por contra, la LXXIII, esa conmovedora “Cerraron sus ojos que aún tenía abiertos; taparon su cara con un blanco lienzo; y unos sollozando, otros en silencio, de la triste alcoba todos se salieron” encuentra en la seguiriya su expresión más jonda. La XLI, “Tú eras el huracán, y yo la alta torre que desafía su poder. ¡Tenías que estrellarte o abatirme!... ¡No pudo ser!”, que da título al disco, encuentra en la taranta su medio idóneo o la también famosa Rima XXIII, “Por una mirada, un mundo; por una sonrisa un cielo; por un beso… ¡Yo no sé qué te diera por un beso!”, lo hace en la granaína, rematada por estrofas de las XXVII y XXVIII en fandangos de Granada. Así van discurriendo la XII, “Porque son, niña, tus ojos verdes como el mar te quejas”, por fandangos por soleá; la XXIV, “Dos rojas lenguas de fuego que a un mismo tronco enlazadas se aproximan y, al besarse, forman una sola llama”, por alegrías; la XXV, “Cuando en la noche te envuelven las alas de tul del sueño”, por romance; la LX, “Mi vida es un erial: flor que toco se deshoja” por malagueña y la XXIV, “Dos rojas lenguas de fuego que a un mismo tronco enlazadas se aproximan y, al besarse, forman una sola llama” por alegrías. Algunas enriquecidas con introducciones o cierres en prosa de Moncho Sánchez-Diezma.
La alta torre es además una aventura compartida con la imaginativa guitarra de Juan Requena, la colaboración de Diego Villegas y las palmas de Manuel y Juan Diego Valencia. Constituye, pues, una importante aportación al archivo del cante jondo. ¡Bienvenida sea!
José Luis Navarro
[1] Así nació también su penúltimo disco, En directo, grabado en su intervención en la XVIII Bienal el 30 de septiembre de 2014.
[2] Véase Poética y didáctica del flamenco de José Cenizo, Signatura, 2009.