María Moreno, Momento Mágico de la XXI Bienal

More (no) More 

María no deja de sorprendernos. Si en 2018 fue Giraldillo Revelación de la XX Bienal, en esta edición no quería ser menos. Vino literalmente a por todas. Fabricó un título con las letras de su apellido y buscó a nombres consagrados para el vestuario y la dirección y puesta en escena. Para la ropa encontró a Palomo Spain (Posadas, Córdoba, 1992), un modisto andaluz que ya sabía lo que era vestir a una estrella ─Lo había hecho nada más y nada menos que con la americana Beyoncé─. La dirección se la confió a otro andaluz, Rafael R. Villalobos (Sevilla, 1987), un hombre con raíces en el teatro lírico que en 2019 había recibido el Premio de la Fundación Princesa de Girona Artes y Letras. No se equivocó. Los diseños de Palomo resultaron ser, salvo esa arrogante bata de cola, sencillos vestiditos que una vez vistos pasaban a un segundo plano, aunque, todo hay que decirlo, la mayoría eran tan recatados que parecían más propios de una teresiana que de una flamenca. Villalobos ideó una puesta en escena funcional con algunos hallazgos imaginativos (esa luna-pandero, esa calle de luz para que los artistas abandonasen el escenario) o chistosos (un par de limpiadoras con sendas mopas paseándose por la escena). 

María cumplió con su deber de estrella. Nada más levantarse el telón, nos subyugó con unos exquisitos movimientos de manos. Ellos solos eran capaces de materializar y transmitir toda esa gracia que emana de su bahía. Y enseguida unas bulerías ¡Ole! y la música de Rafael Riqueni ¡Ole! y ¡Ole! Después un ejemplar taranto que baila arropada por Pepe de Pura, Ismael de la Rosa, Roberto Jaén y la guitarra de Juan Requena. 

La luna baja del cielo, convertida en pandero, para que la toque Roberto Jaén, María desaparece y Pepe de Pura e Ismael cantan unos tientos con guitarra de Requena y la percusión de Jaén. 

Reaparece María descalza con una barroca bata de cola blanca para bailar la melodía que Requena va componiendo con su guitarra. La bata parece que se mueve sola. Se balancea despacio, con suavidad. María se sienta y sus manos siguen bailando, dibujando trémolos y arpegios. Juguetea con su silla. Desafía a la gravedad con un cambré espectacular y sigue bailando. Abraza, acaricia, mima su bata. Saca un mantón que vuela a su alrededor. Parece que tiene vida propia. Cola, mantón y María crean magia. Fue sin duda ese Momento Mágico que premió la Bienal ─¿o fue la soleá?─. 





Por fin, le llega el turno a la milenaria. Ismael y Roberto abren el camino por alegrías y María se da su pataita para a renglón seguido dar una lección de pies y compás por tangos con pantalones acampanados y sentada sobre un cajón. Otro momento estelar del espectáculo. Enseguida Cadiz y su guasa se apoderan del escenario. Le traen a María su móvil y con él le pone música a Jaén para que la piropee por tanguillos 

                        Mariquilla, Mariquilla, que es de Cai, maravilla. 

y le diga por fandangos: 

      Moreno, María se llama Moreno. La conocen en la Caleta. Viaja por el mundo entero y            lleva siempre a su Cádiz metía en una maleta. 

Y más pies, limpios, milimétricos, con Jaén haciendo compás para ella sola. 

María se marcha a ponerse otro modelito de Palomo y vuelve tocada con un sombrero cordobés a apuntar unas bulerías. 

Pepe de Pura anuncia la soleá, se incorpora Óscar Lago y ella esculpe magistralmente el palo que su maestra, la Yerbabuena, ha paseado en triunfo por el mundo. 




Con la compañía al completo María pone fin al recital por bulerías. ¡Ole!, ¡Ole! y ¡Ole! 

María (Cádiz, 1986) demuestra en este More (No) More que, hoy por hoy, ya está firmemente asentada en esa generación de bailaoras que comparte con las maestras Pagés, Yerbabuena, Baras y Carrasco el máximo rango del baile flamenco femenino y que en un futuro está llamada a sucederlas. 

                                                                                                                               José Luis Navarro