Ariadna (al hilo del mito) de Rafaela Carrasco (Sevilla, 1972), inspirada en el mito griego, se estrenó en el XXIV Festival de Jerez. Es un grito de libertad en un entorno hostil, el mundo de los hombres. La historia de una mujer que se enfrenta a una sociedad patriarcal.
En un escenario semivacío diseñado por Gloria Montesinos ꟷtres paredes, nueve sillas blancas y varios ramilletes de amarillos girasolesꟷ con extraños y amenazantes sonidos de fondo como preludio a un viaje onírico, Rafaela planta cara al destino y lucha. Se enfrenta a un mundo de hombres, representado por cuatro magníficos bailaores, Rafael Ramírez, Gabriel Matías, Ricardo Moro y Felipe Clivio, y hace un baile de emociones, sobrio, maduro y elegante.
Un baile que encara el futuro mientras vive el viaje de Ariadna al laberinto de Minos ꟷdestacan el episodio en el que Ariadna guía a Teseo con el hilo que lleva prendido de su trenza cuando este se interna en el laberinto para matar al minotauro y cuando los cuatro bailaores se intercambian el sombrero, símbolo del poder masculinoꟷ.
En una isla perdida
dormimos juntos los dos
y me despertó la aurora
a solas con mi dolor.
para seguir por soleá, fandango, tientos, tarantos… Vienen luego unos espléndidos tangos de Salvador Gutiérrez, una toná chica con martinete y unas bulerías, para cerrar como empezó, por petenera.
Una brillante senda musical por la que nos guían los textos de Álvaro Tato dichos en off por Carmelo Gómez y cantados por Antonio Campos y Miguel Ortega, al son de las guitarras de Jesús Torres (responsable asimismo de la dirección musical) y Salvador Gutiérrez y las palmas de Jesús González.
Dicen que había un mar
y en el mar una isla
y en la isla un palacio
y en el palacio un trono
y en el trono un rey
Dicen que había un laberinto
y en el laberinto un monstruo
y cada noche
el monstruo decía una palabra,
“padre”,
y en el trono la escuchaba el rey
y el rey callaba.
Dicen que había una tejedora
que siempre tejía en secreto
porque era hija del rey
y las hijas de los reyes no tejen,
ni salen, ni sueñan,
y ella buscaba caminos para dejar de ser princesa,
rutas para huir de palacio.
que llegó a la isla
para matar al monstruo del laberinto,
pero al desembarcar
cayó en un laberinto más profundo:
la mirada de la princesa tejedora.
Dicen que había una historia con dos finales.
Según el primero,
la tejedora muere cuando el héroe la abandona.
Según el otro final,
un dios salva a la tejedora
y le regala una corona de siete estrellas, la corona boreal.
Unos dicen que nuestros destinos están escritos en las estrellas.
Otros dicen que somos nosotros quienes los escribimos.
Todos dicen que recordar nuestras viejas historias es no morir del todo.
Ariadna es un poema bailado que el público aplaudió con calor.
José Luis Navarro