Todo el mundo sabe que no se pueden pedir
peras al olmo. También que las comparaciones suelen ser odiosas, aunque algunas
veces son irremediables. Hace solo unos meses el Ballet Nacional de España (BNE
en adelante) honró en su centenario en el Teatro de la Maestranza a Antonio
Ruiz Soler y ahora lo hace el Ballet Flamenco de Andalucía (BFA) en el Teatro
Central dentro del ciclo “Flamenco viene del Sur”. Las diferencias entre el BNE
y el BFA son muchas y algunas de momento insalvables. Los presupuestos son muy
dispares y lo mismo el número de bailarines, músicos y vestuario. El BNE lo dirige
Rubén Olmo, un bailarín y coreógrafo que goza de prestigio en el mudo de la danza, y el BFA
Úrsula López.
Aún así el BFA a su manera ha cumplido con el montaje que estrenó el pasado
junio en la Plaza de los Aljibes en el Festival Internacional de Música y Danza
de Granada y que quería rememorar el que la pareja Antonio y Rosario interpretaron
en el mismo lugar en junio de 1952. Era obligado hacerlo, pero qué poco
se ha llevado a la escena del genio sevillano. Solo dos coreografías: “Puerta
de Tierra” y la caña que Antonio bailó en La taberna del toro. El
resto son coreografías firmadas por Úrsula López, Tamara López y Alejandro
Molinero, así al menos consta en el programa. De ellas, resultaron
pasables “Los chavalillos sevillanos” y las alegrías “Clavel
gaditano”. Lo demás francamente muy mejorable.
Los bailarines, sin distinciones entre solistas y cuerpo de baile, fueron Julia Acosta, Ana Almagro, Andrea Antó, Gloria del Rosario, Águeda Saavedra, Manuel Jiménez, Alejandro Molinero, Federico Núñez, Iván Orellana e Isaac Tovar. La música la pusieron las guitarras de Pau Vallet y Juanma Torres, el cante de Sebastián Cruz y Vicente Gelo y la percusión de Raúl Domínguez “Botella”. Contaron también con la destacada participación en la guitarra y el cante, como artista invitada, de María Marín.
José Luis Navarro