CARMELILLA


Sevilla acaba de darle todo su cariño a esta trianera de oro en un entrañable homenaje que reunió en Fibes a cuantos sienten por ella la devoción que inspiran las buenas gentes. La Musa y el Duende quiere sumarse a él con estas líneas.


En el baile flamenco, como en todas las artes vivas, vivimos un tiempo de búsquedas y experimentaciones. Se siente una imperiosa necesidad de crear, de inventarse nuevas fórmulas expresivas, de andar nuevos caminos y de adentrase en territorios jamás hollados. Si en el siglo XX se bailó a Falla, Turina o Albéniz, hoy se baila a Bach. Si se puso música y se contaron con pasos de danza las tragedias de Federico García Lorca o los sueños y las andanzas de la Carmen de Mérimée, ahora se cuentan con pasos y mudanzas flamencas narraciones de Franz Kafka. Son tiempos de hallazgos sorprendentes. Pero son también momentos históricos en los que el baile jondo puede alejarse de su esencia más allá de lo reconocible. Por eso, es conveniente que existan referentes que mantengan vivas formas añejas de bailar, que cuiden y alimenten los rescoldos del fuego primigenio de lo jondo. Uno de estos referentes es sin duda el baile de Carmelilla Montoya.

Carmen Montañés Montoya nació en Sevilla en 1962 y aprendió a moverse a compás al tiempo que daba sus primeros pasos. No podía ser de otra manera creciendo en el entorno familiar en el que lo hizo. Es hija de Manuel Montañés el Morito y de Carmen Montoya, sobrina de Antonia la Negra y prima de Lole Montoya.Y el cante y el baile eran además los protagonistas de las fiestas y reuniones de arte con que se pasaban los mejores ratos de convivencia y disfrute en la Triana de su niñez.

Carmelilla parece que nació para ser artista. Cuando apenas acababa de cumplir los once años se asomó a la pequeña pantalla, hizo sus cantecitos y dio sus pataítas en la serie Rito y geografía del cante. A los trece ya era toda una profesional y formaba parte del grupo que con la denominación de Familia Montoya, habían formado en 1975 sus padres con Antonia la Negra y Juan Montoya. Ella ponía el baile solista y muy pronto, en 1978, vio reconocido su arte con una distinción importante: el Premio Nacional de Baile de la Cátedra de Flamencología de Jerez de la Frontera. Con ellos actuó en los festivales que llenaban de enjundia flamenca las noches estivales de los pueblos y ciudades andaluzas. En 1985, el grupo se disuelve, pero ella sigue, una veces sola y otras acompañada de los suyos, su propia trayectoria artística y profesional.

En 1988, participa, junto a Antonio Canales y Rosario Montoya la Farruquita, en el espectáculo La amante de José Antonio Camacho Vargas, que se estrena en la V Bienal de Sevilla. Fue uno de los momentos cumbre de su carrera artística. Ese mismo año, vuelve a reunirse con los suyos para el rodaje de la serie televisiva Caminos flamencos y lo mismo hace en 1992, cuando con motivo de la llamada que reciben para actuar en el Pabellón de Andalucía de la Exposición Universal de Sevilla, su madre y Antonia la Negra recomponen el grupo familiar, en el que incluyen a Juan Manuel Flores, como su pareja de baile.

En 1992, vuelve a asomarse a las pantallas televisivas en otra serie, El ángel. Fue una ocasión en la que tuvo el privilegio de que le cantara Camarón. El ángel era además un programa con el que Ricardo Pachón quiso reflejar lo que fueron las fiestas que se celebraban en los patios y corrales trianeros para goce de quienes participaban en ellas. Y es que el de Carmelilla es precisamente el baile que protagonizaba esas reuniones, en las que por encima de todo reinaba la gracia y la picardía. Un baile fresco y espontáneo. Un baile festero por excelencia, en el que manda la bulería y el tango pone la nota voluptuosa. Un baile que no precisa de palillos ni batas de cola. Un baile que es puro movimiento milimétrico a compás, como siempre ha sido la esencia del baile flamenco. Un baile al que ella sabe ponerle ese punto de chispa y de genio para cuadrar con donosura cualquier mudanza. Un baile, en fin, que ella disfruta haciendo y al que le da esos pellizcos que demandan oles y ponen a los públicos en pie.

No acaba, sin embargo, con los tangos y las bulerías su repertorio de danzas. Carmelilla sabe transmitir cualquier tipo de sentimientos con su baile y adentrarse y vivir el mensaje solemne de la soleá o el mundo trágico de la seguiriya o el taranto.

La última actuación importante de Carmelilla fue en 2010, en la XI Bienal de Sevilla, en donde volvió a reunirse la Familia Montoya y en donde ella puso su toque de gracia y de temperamento por alegrías. Después, todavía tuvo arrestos para meterse en un estudio de grabación en 2011 y registrar su cante. El disco se tituló Homenaje y la arroparon Miguel Poveda, Remedios Amaya, Alba Molina, Juan José Amador, La Tana y María Bizárraga con las guitarras de Raimundo Amador y Manuel Parrilla y la flauta de Jorge Pardo.

Actualmente, Carmelilla enseñaba su forma de concebir el baile en la Fundación Cristina Heeren, en su Triana natal.