Peculiar guarda bastante similitud con Deliranza de Patricia Delgado. Se estrenó en Paris, en la Grande Halle de la Villette (16 de junio), pasó por el Festival Grec de su Barcelona natal (25 de julio) y llega en la Bienal Sevilla al Teatro de la Maestranza. Son dos propuestas escénicas innovadoras que exploran nuevos territorios para la danza flamenca. Dos aventuras hijas de su forma de entender lo que puede ser o debería ser un espectáculo de baile flamenco. Dos muestras de su valentía y de su audacia.
Peculiar es una
mirada introspectiva y una improvisación compartida con Antonio Molina El
Choro, Julia Acosta, Miguel Marín Pavón, Ana Crismán, Tomás Perrate y Rycardo
Moreno. Una función teatral dividida en cuatro escenas (bloques): El encuentro
(saeta y taranto), Códigos-Ayagusca-El Amor, Mujeres (La pandereta-La
Corralera-La Soleá) y Los Cuerpos (seguiriya).
En Peculiar hubo
algunas cosas que me gustaron ‒una muy en
particular‒, cosas que
no entendí a cuento de qué las incluía Ana y cosas que claramente yo habría
planteado de muy otro modo.
Caminando de lo positivo a lo no tanto, empezaremos con ese
diálogo con el arpa que protagonizaron Ana Crismán y Ana Morales.
Una soleá, vestida de sugestiva bata de cola verde, con
vocación contemporánea y raíces clásicas. Todo un derroche de creatividad y
belleza plástica.
En el resto hubo de todo. No entiendo a qué venía todo ese
deambular por el escenario al principio de la obra ¿Acaso una introducción al
“Encuentro” o una alusión al “carácter colectivo” de la obra? “Crear en
comunidad” lo ha llamado ella. Y, desde luego, echamos en falta un auténtico
paso a dos con El Choro en el pasaje titulado ”Amor”.
Por lo demás, Ana hizo gala de ese inventario coreográfico
que ha ido construyendo en sus últimos espectáculos, aunque, quizás, abusase de
algunos saltos, palmadas contra el cuerpo y caídas en el suelo ‒muy útiles para ese menester esas
llamativas rodilleras negras que se puso para esa escena‒. Nos subyugaron esas imágenes
fijas, auténticas esculturas vivas, con que adornó ciertas escenas de la obra.
Junto a Ana los restantes intérpretes-creadores de Peculiar, cumplieron perfectamente con
sus respectivos cometidos. Antonio Molina El Choro lució esos pies —pura filigrana— que posee, hizo unas bulerías y
unos tangos marca de la casa y demostró además una desconocida habilidad con
los palillos. El Perrate, algo oscuro en la vocalización, cumplió con su
cometido y lo mismo puede decirse de Julia Acosta que secundó a Ana a la
perfección y se lució con el tambor. La música de Miguel María Pavón dio una
envoltura electrónica —bastante
alta, como está siendo habitual—
acorde con el mensaje que cada escena trasmitía.
Lástima
que hubiese tantas butacas vacías en el Maestranza. Lo suyo hubiese sido
programar Peculiar en el Teatro
Central.
José
Luis Navarro