Capítulo XXVI
HOY
París y el bigote
gris del Maharajah
DESDE SU separación del maharajah, Anita Delgado vive en París. El hijo ha quedado con su padre el maharajah. Vienen frecuentemente a Europa. En los hoteles de lujo, en los hipódromos, en las salas mundanas, se sigue viendo el rostro tostado del maharajah. El tiempo ha hecho su obra. Ya no es aquel rostro lleno, de ojos fulgurantes y de corta barba negra. En la piel, los años han hecho surcos, y los ojos unen ya a su luz de dominio un fino reflejo de melancolía. En vez de aquella negra barba, un corto bigote gris.
Al pasar el tiempo, no muere, sin embargo, en el maharajah,
aquel amor a lo europeo que tuvo siempre. En las grandes fiestas de París se le
sigue viendo con smoking y turbante.
A veces, junto a él, su hijo: un muchacho alto y fuerte, vivo retrato de la
mujer española que llegó al trono de Kapurthala.
Cuando Blasco Ibáñez
quiso hacer uno novela sobre la vida de Anita Delgado
No están divorciados
porque esta clase de separación legal no existe en la India. Su separación ha
sido amistosa y de mutuo acuerdo. Por esto, los dos se ven frecuentemente, como
dos amigos, y por sus palabras leales cruza el tropel de los recuerdos. Y en
algo, sobre todo, se funden sus palabras: al hablar de aquel hijo que les
seguirá uniendo siempre, con la suprema unión de sus sangres fundidas, de las
dos vidas hechas una vida sola.
El príncipe ofrece, en su aspecto como en su espíritu, la
doble huella de lo hindú y de lo español, en extraño contraste. Habla el castellano;
pero no bien: un castellano aprendido en Kapurthala y pasado por París. Mas lo
español, lo nuestro, se acusa vivamente en él, como un signo indudable de raza.
Pasa a veces temporadas con su madre. Un día, Vicente Blasco Ibáñez quiere
llevar a una novela la vida extraordinaria de Anita Delgado. Son los días en
que el novelista hace su campaña contra Alfonso XIII. La princesa y el escritor
van a hablar sobre lo que después se convertirá en una novela. Pero el hijo
dice:
—Es un escritor que está haciendo campaña contra el rey. Me
parece que nosotros, príncipes de un Estado vinculado a una Monarquía, no
debemos acceder a lo que el novelista quiere. Y, efectivamente, Blasco Ibáñez
no llega a hablar con la princesa sobre la vida extraordinaria de ésta. El
libro proyectado no se llega a publicar.
El dolor
En 1932 muere el padre de Anita Delgado. Ropas de luto
enmarcan la belleza pálida de la princesa. Todo el fervor de Anita Delgado,
desde entonces, va hacia la madre, para quien la muerte del marido ha sido un
rudo, golpe. La madre quiere ir a Málaga, a vivir allí sus años finales. Oye en
su corazón la llamada de la tierra. Quiere que la muerte le llegue allí, sobre
la tierra que la vio nacer. Y a Málaga va Anita Delgado con su madre. La
princesa alquila una villa cercana al mar, en las afueras de la ciudad; Villa
Teresa. En el verano de 1935 pasa el príncipe unos días con su madre, en la
ciudad andaluza. Poco después, en el otoño, tras una enfermedad larga y
dolorosa, muere la madre de Anita Delgado.
Málaga
Villa Teresa tiene un jardín de árboles grandes, que defienden
la casa contra la violencia del sol mediterráneo. A la espalda, una huerta.
En las estancias de la casa hay muchos recuerdos de la
India: marfiles, sedas, estatuitas. En una sala, la piel de un oso cazado allá,
en Kapurthala. Y varias jaulas de pájaros: un alegre alborotar, como el eco de
aquella bienvenida musical que hace cerca de treinta años le dieron los pájaros
de la India, cuando Anita Delgado llegaba a Oriente.
La princesa, en Málaga, hace una vida absolutamente
retirada. Nadie la ve; muchos ignoran incluso su estancia allí. Ella lee y
escribe. Cuida sus flores y sus pájaros. A medida que el dolor por la pérdida
de la madre va suavizándose, ella va preparando su partida hacia París otra
vez. Málaga, por esa tragedia reciente, tiene para ella una emoción triste.
Todo es el recuerdo de la madre, la voz de la madre, la visión de aquellos
meses de sufrimiento que precedieron a la muerte. Anita Delgado quiere dejar
atrás este tropel de sensaciones dramáticas. Y un día—ha empezado ya 1936— vuelve
de nuevo a París.
1936
París. La vida tranquila en la casa llena de recuerdos
orientales. Algún día quizá, un viaje a Kapurthala, donde dejó simpatías
unánimes. El hijo estudia ahora en la Academia Militar de Dhera Dun, en la
India.
¿Cómo ve Anita Delgado, a través del tiempo, este film
maravilloso de su vida? ¿Cuál es para ella la sensación de haber sido princesa
y de haber llegado por un camino de novela al logro de aquel título?
(Anita
Delgado, porque tú pasaste,
como
Cenicienta, en loco contraste,
desde
la buhardilla sin luz y sin pan
hasta
los palacios y hasta las pagodas,
en
las que dormiste tu sueño de bodas
entre
los sagrados brazos de un Sultán.)
—Mi sensación, mirando hacia atrás, hacia lo vivido—dice Anita Delgado, con una sonrisa leve en el moreno rostro de ojos profundos—, es de una total naturalidad. En todos los momentos de mi vida me he encontrado normal, absolutamente normal. Nada me ha asombrado, nada me ha deslumbrado. Me ha parecido que vivía, naturalmente y sencillamente, mi vida, nada más.
JOSÉ MONTERO ALONSO
A MODO DE EPÍLOGO
Bibliografía
Benito, Alexandra. “Anita Delgado, la bailarina
malagueña que se convirtió en princesa de la india”, El Confidencial, 5.12.2020.
Delgado, Anita. Impressions
de mes voyages aux Indes, Sturgis & Walton, New York, 1915.
Fernández González, Cristina. “Anita Delgado, la
malagueña que se convirtió en majaraní de Kapurthala”, Traveler, 27.05.2020.
Ferrer Valero, Sandra. “Maharaní española, Anita
Delgado (1890-1962)”, Mujeres en la
historia, 28.03.2011.
Moro, Javier. Pasión
india: la verdadera historia de Anita Delgado, princesa española de kapurthala,
Seix Barral, Barcelona, 2005.
Romero, Francisco M. “La historia de Anita Delgado:
pasión india, un manto para la Virgen de la Victoria y empoderamiento
femenino”. El Español de Málaga,
13.03.2022.
Tamayo, Paula. “¿Quién fue Anita Delgado, la malagueña
convertida en Maharaní de Kapurthala?”, La
Opinión de Málaga, 11.07.2022.
Vázquez de Gey, Elisa. Anita Delgado: Maharaní de Kapurthala, Planeta, Barcelona, 1998.
José Luis Navarro