Las letras de José Luis Rodríguez Ojeda

JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ OJEDA, CASI TODAS MIS LETRAS PARA EL CANTE, ED. ANANTES, SEVILLA, 2020.



DIFÍCIL DECIRLO MEJOR Y MÁS JONDO

José Luis Rodríguez Ojeda, un lujo para su Carmona natal, es muy conocido y querido entre los aficionados y entre los artistas flamencos, sobre todo los cantaores, que a menudo le piden letras para sus discos. Es autor de más de diez libros, desde Consecuencia de andar (1994) a este Casi todas mis letras para el cante. Logró el accésit del premio de poesía “Luis Cernuda” y sus letras han sido grabadas por más de veinte artistas del cante, los citaremos a todos para no levantar controversias ni disgustos, a sabiendas de que para él todos son igual de importantes como demues tra con el esfuerzo que realiza y la calidad de sus entregas. Aquí están, en el mismo orden en que aparecen en el libro: Calixto Sánchez, Curro Malena, Miguel Vargas, José Parrondo, El Chozas, Manuel de Paula, José Valencia, Julián Estrada, José Galán, Juan Casillas, Peregil, Paco Moya, Kiki de Castilblanco, Rubito Hijo, Manuel Cuevas, Gema Jiménez, Laura Vital, Manuel Cástulo, Miguel Ortega, Plácido González, Antonio Ortega, Manuel Romero, María Marín y Edu Hidalgo. Como ve, de todas las generaciones, lo que ha hecho que las letras de José Luis formen parte del imaginario flamenco de todos nosotros. En las doscientas tres páginas de esta extensa antología está lo mejor de su repertorio destinado al cante, a ser cantadas, en discos completos o casi completos de los artistas citados. Por la maestría en el uso del lenguaje de las letras o coplas flamencas, desde la recopilación de Demófilo, de la que es heredero; por la profundidad en el tratamiento de temas universales como el amor, la muerte, las sentencias, Dios, la denuncia social, la madre, etc.; por su encaje perfecto en el cante o en los diferentes estilos o palos del mismo -que conoce muy bien-, estamos ante una obra maestra del género, sin casi. Así lo describe también con su prosa elegante y certera el prologuista, un maestro de la comunicación flamenca como José María Velázquez Gaztelu, que lo sitúa “a medio camino entre el pausado resplandor melancólico de Manuel y el canto profundo de Antonio y, en última instancia, establece una limpia complicidad literaria con Francis- co Moreno Galván”. La influencia de la tradición recogida en las coplas flamencas que recopiló Demófilo, padre de los Machado citados, y la impronta de Moreno Galván son explícitas, y eso le da la altura de miras, el poso de sencillez y profundidad, el respeto a los cánones de la expresión propia de las letras del cante. Todos los temas, las estrofas, los estilos de cante, las zonas flamencas junto a cantaores grandes a quienes dar un homenaje están aquí con una dignidad altísima. Desde el piropo a la pena, la hipocresía y el amor a la naturaleza, los toros y la vida de Jesús, todo asoma en estos versos, chispazos de belleza y emoción. Dejamos como despedida una muestra que nos llega especialmente. Por soleá al cante:

Lleva esta pena conmigo
tantos momentos pasaos
que ya le tengo cariño.

Hay quien a un árbol se arrima
buscando la buena sombra
y el árbol le cae encima.

Este mundo está mal hecho
con engaños y mentiras
desde los mismos cimientos.

Por petenera al cante:

Las penas que cura el tiempo
no son de mucha amargura,
que esta pena que yo tengo
con el tiempo no se cura.

Y un cante de Levante:

Yo me gasto en disfrutá,
cuando el trabajo termina,
casi entero mi jorná
por si algún día la mina
no me deja salir más.

                                                                                                                                    José Cenizo