DIDÁCTICA E INVESTIGACIÓN DEL FLAMENCO: UNA EXPERIENCIA PERSONAL
(A
Manuel Herrera Rodas, un señor del flamenco, in memoriam)
José
Cenizo Jiménez,
Doctor
en Filología Hispánica
Si
vuelvo la vista atrás, a mis sesenta años, tras casi cuarenta dedicado a la
afición, difusión e investigación del flamenco, son muchas ilusiones, pero
también desencantos, el bagaje emotivo que se me viene a la memoria. En fin,
nada nuevo bajo el sol, la vida misma. El flamenco no es algo abstracto,
etéreo; muy al contrario, está compuesto por personas con sus logros,
ambiciones y proyectos, con su cara y su cruz. El flamenco, lo flamenco y los
flamencos no escapan a la ley de vida de avance y retroceso, de verdad y
falsedad, de lo mejor y lo peor. No obstante, he de decir que, en mi caso, lo
positivo supera con creces a lo negativo como experiencia entre el flamenco y
los flamencos.
Una
de las experiencias más beneficiosas y fructíferas en lo flamenco y en lo
personal, en el magisterio de un arte único y en la amistad, ha sido haber
conocido a la persona a la que está dedicado mi artículo y este número de la
prestigiosa revista andaluza y universal de la Fundación Infante. A Manuel
Herrera Rodas lo conocía desde hacía muchos años, casi todos los que llevo como
aficionado e investigador. Hemos coincidido en diversos encuentros académicos,
homenajes, cursos, recitales, etc. Lo considero, sin duda, uno de mis
principales maestros en el flamenco y sus recovecos, sobre todo en el campo de
la difusión y didáctica del mismo. Aunque su brillante trayectoria aventaja
sobremanera a la mía en cuanto a repercusión, cargos diversos, consideración
entre los aficionados, creo que, sin embargo, con humildad, puedo decir que, de
alguna forma, la parte de mi vida dedicada al flamenco ha ido secuencialmente
coparticipando de muchas ilusiones y proyectos comunes.
Puedo
comprender así, y admirar por tanto, el esfuerzo titánico de este hombre
entregado a mil frentes en el flamenco. Resaltaré más adelante los fines
básicos de este artículo, la investigación y la didáctica, pero quiero
detenerme en la puesta en valor de otros aspectos del flamenco y de este amante
del flamenco absolutamente de primera. Por ejemplo, su entrega a la labor en
las peñas flamencas, necesitadas de rejuvenecimiento generacional y de apoyo
económico desde hace ya demasiados años. Como he llegado a pertenecer a tres
peñas (“Miguel Vargas” de Paradas, “Torres Macarena” y “Calixto Sánchez” de
Sevilla) y he tenido el honor de haber sido presidente de una de ellas durante
tres años -la Tertulia Flamenca de Enseñantes Calixto Sánchez de Sevilla- puedo
sentir mínimamente -lo suyo, desde la emblemática “Pozo de las Penas” de Los
Palacios (Sevilla), ha sido más continuo- el trabajo que esto supone, así como
las satisfacciones.
Sigamos
con su dedicación a la difusión del flamenco, su papel importantísimo en la
revista Sevilla Flamenca, junto a Emilio Jiménez y otros grandes
colaboradores (los queridos e impagables Luis Caballero, Caty León, Antonio
Rincón, Ricardo Rodríguez Cosano…), donde he participado en los primeros años,
a finales de los ochenta y en los noventa del siglo pasado, con artículos como
“En torno a la misteriosa alboreá y los orígenes del cante” (mayo de 1989), “La
poesía flamenca de los hermanos Porlán” (enero-febrero 1991), “Hermosa
experiencia”, sobre una visita a la peña lebrijana con mis alumnos de
secundaria (enero-febrero 1992), “Flamenco y copla” (1994), o “Duende, purismo
y aflamencamiento” (septiembre-octubre 1992), así como con otros varios en las
siguientes etapas del siglo actual. En esa revista pude aprender mucho cuando
estaba empezando a adentrarme en el flamenco y ahí está lo primero que he ido
publicando sobre el mismo. La sección “Con la vieja escuela”, entrevistas a
artistas ya mayores, muchos en olvido, desde La Piriñaca a Tragapanes, me
fascinaba, y la labor de Manuel Herrera junto a otros en la ayuda a la difusión
de su obra e incluso buscando apoyo económico, a través de la ITEAF, es
definitivamente loable propia de personas que no sólo aman el arte flamenco
sino sobre todo a las personas, a los artistas que lo hacen posible.
Nunca
he entregado tanto esfuerzo y tiempo a esta labor de difusión, pero sí puedo acercarme
a valorarla porque he participado a lo largo de las últimas tres décadas en
muchas revistas de flamenco -desde Sevilla Flamenca, Candil, Revista
de Flamencología o El Olivo hasta Acordes de
Flamenco o las digitales La flamenca, jondoweb, La
musa y el duende, Expoflamenco o Sinfonía musical-,
con artículos, entrevistas, reseñas de discos y libros e incluso la función
crítica de recitales en peñas, teatros u otros centros. Por eso puedo admirar
con conocimiento de causa el tesón mostrado por Manuel en este aspecto del
periodismo, de la difusión.
Precisamente
mientras existió la revista El Olivo, asfixiada finalmente, como
otras, por desgracia, por la falta de apoyo económico a tiempo, tuve la
oportunidad de hacerle una entrevista con motivo de su nombramiento como
director de la Bienal de Sevilla, cuyas ediciones he seguido como crítico de
varios espectáculos, a través de varias revistas, en casi todas sus ediciones.
Ahí nos decía con claridad que lo más le satisfacía era haber participado en la
ITEAF para ayudar a los artistas mayores con escasos medios. Todo un gesto de
solidaridad y nobleza. Por cierto, entre mis gustos flamencos estos viejos del
flamenco tienen un hueco muy especial y por ello agradezco mucho que los hayan
divulgado.
Respecto
a otro aspecto, el de la creación de letras flamencas, el de poeta flamenco,
nos decía que amaba la obra de Joaquín Romero Murube y de Juan Ramón Jiménez, y
la prosa lírica, pero que no se sentía letrista ni poeta, a pesar de que en
alguna ocasión haya escrito letras como ésta que se grabó en uno de los discos
de la ITEAF, por soleá de Triana: “Vente a Triana y verás / al Teta y al
Arenero / cantando por soleá”. Por cierto, me comentaba en la entrevista
que la letra de la tradición que más le gustaba era la siguiente: “Tiro pieras por
la calle / y a quien le dé que perdone, / tengo la cabeza loca / de tantas
cavilaciones”. Me encanta esta soleá y me trae recuerdos concretos: Chano
Lobato en un recital en mi pueblo, Paradas (Sevilla). Empieza cantar con su
templanza habitual y al final del segundo tercio se para y pide disculpas
porque se había emocionado por los recuerdos de su desgracia personal reciente,
la pérdida de uno de sus hijos. Prosigue, termina la letra y todos quedamos
aliviados. Esa vertiente creativa sí la he tocado por mi parte con más empeño
(publiqué mi aportación en el libro Con pocas palabras, con prólogo de
Félix Grande, y algunas letras han sido grabadas) y me gustaría indagar más en
cuántas letras o coplas flamencas ha creado y difundirlas en los medios a mi
alcance. Queda como un artículo o recopilación para el futuro y desde ya me
ilusiona.
Pues
bien, ahora sí me centraré en el comentario, siempre personal y basado en
experiencias por esta vez, de dos aspectos cruciales en mi trayectoria: la
investigación y la didáctica del flamenco en todas sus facetas. En el segundo,
sin duda, la referencia personal e incluso general de Herrera Rodas, será aún
más necesaria.
Primero,
apuntemos algo sobre el ya casi recurrente y siempre sin resolver problema de
la investigación del flamenco, sobre todo en lo que se refiere al apoyo serio y
constante de las instituciones. Manuel Herrera también ha ejercido de
investigador al publicar obras como A la sombra de la Alameda: Vida y obra
de Eduardo de la Malena, editada por Bienal de Sevilla en 1990,
aunque se ha prodigado más en otras facetas. Algo he publicado sobre este
asunto de la investigación, aparte de referirme a él, lógicamente, en más de
una conferencia o coloquio, pues es una de mis pasiones y, por tanto, me
preocupa que no se le haya prestado más atención, que se siga viendo con
prejuicios en ámbitos universitarios y que no haya manera de valorarla
suficientemente. He publicado varios libros sobre flamenco y flamencos, aparte
del citado de creación: Duende y poesía en el cante de Antonio Mairena (Ed.
Giralda, Sevilla, 2000), La madre y la compañera en las coplas
flamencas (Signatura Ediciones-Fundación Machado, Sevilla, 2005),
Poética y didáctica del Flamenco (Sevilla,
Signatura Ediciones, 2009), Antonio Mairena, la forja de un clásico del
cante flamenco (Almuzara, Sevilla, 2011) y La
alboreá y la petenera: dos enigmas del flamenco (Signatura Ediciones,
Sevilla, 2011), aparte de los artículos en libros o revistas. Sobre la
necesidad de una revista universitaria de investigación flamenca, escribía en
2009:
“El
arte flamenco, un arte básicamente andaluz y, a la vez, universal, ha sufrido
hasta los años sesenta del siglo pasado una marginación, cuando no desprecio y
condena, por parte de la intelectualidad académica, de la Universidad.
Considerado algo antisocial, poco ilustrado, meramente anecdótico y folclórico,
se ha relegado su estudio o semblanza a los poetas y a algunos aficionados
atrevidos. Sin embargo, a la altura de 2009, ya son muchos los síntomas de
cambio. Desde hace sobre todo quince o veinte años ha crecido enormemente la
bibliografía sobre temas flamencos en cualquiera de sus aspectos (históricos,
lingüísticos, literarios, antropológicos, musicales, etc.) y lo ha hecho, en
general, con la sensatez del enfoque científico, serio, contrastado. Ya son
numerosos los artistas jóvenes con instrucción académica amplia, incluso
universitaria, como también los profesores universitarios (españoles y
extranjeros) que dedican sus esfuerzos a su estudio desde sus diferentes áreas.
Las universidades andaluzas ofrecen cursos de Flamenco como expresión
sociolingüística de Andalucía a los alumnos extranjeros, o de introducción y
perfeccionamiento con sus créditos y certificados para alumnos y profesores, o
una variada oferta en cuanto a recitales y conferencias. Logro sin duda
histórico en esta tarea de dignificación desde la Universidad es el primer
Programa de Doctorado sobre Flamenco en la Universidad de Sevilla (coordinado
por Cristina Cruces y José L. Navarro en sus inicios), con un altísimo número
de alumnos matriculados, pertenecientes a áreas como Periodismo, Antropología,
Filología, etc. Como también lo es la página Flamenco y Universidad, coordinada
por Rafael Infante, que, a través de la web del Centro Andaluz de Flamenco en
internet, puede consultarse desde cualquier parte del mundo.
Una
de las necesidades por cubrir aún es la puesta en marcha de una revista
universitaria y de alto valor científico que se dedique al estudio e
investigación de la música flamenca y su entorno (las letras, el baile, las
claves sociológicas, etc.). Una revista rigurosa, sin la dispersión y evidente
mezcla de lo circunstancial e impresionista con lo científico y objetivo que
caracteriza en general a las revistas del género hasta ahora conocidas.
Hace tres años nos pareció que teníamos la oportunidad de lograr esa anhelada
revista de investigación de nivel universitario de la música del Flamenco, pero
no pudo ser por diversos problemas. Ojalá que en un futuro pueda celebrarse este
hito en la investigación del Flamenco cien por cien académica y que todos
contribuyamos a construirla y que no perdamos la gran oportunidad que se nos
ofrece. Para ello, la Junta de Andalucía debe aportar los medios necesarios.
Manos e ideas no faltan, pero sí verdadera voluntad política. (Casi) lo de
siempre. Lo dice una copla del letrista José Prada: Me sobra la voluntá, / pero
me falta el dinero, / que es como no tener na”.
Hasta
aquí lo que comentaba entonces. Por fortuna, hay que decir que en estos últimos
años han surgido revistas como La madrugá de Murcia; Telethusa,
del Centro de Investigación Flamenco Telethusa (CIFT); La musa y el duende,
digital, dirigida por José Luis Navarro; Sinfonía virtual, con su
sección flamenca, dirigida por Guillermo Castro Buendía; La alboreá,
de la Junta de Andalucía… Y más aún: La flamenca, Expoflamenco…
Todas sean bienvenidas con colaboradores cada vez más preparados.
Como
es natural, no faltan iniciativas oficiales, sobre todo de la Junta de
Andalucía me refiero, intentando apoyar a la investigación, pero siempre son
insuficientes y no por victimismo o inconformismo lo digo, sino por convicción,
porque hay cosas en este aspecto que no pueden hacerse así. Me refiero a
situaciones como convocar ayudas a la investigación, dotarlas de una cantidad
económica y luego, cuando está el trabajo realizado, no interesarse por
publicarlos o no tenerlo previsto en las bases. Me pasó con una ayuda que
obtuve para investigar la petenera y la alboreá, así como con una licencia de estudios
que conseguí para seguir investigando sobre didáctica y poética del flamenco
durante un año (en que no daba clases en el instituto de secundaria sino que me
dedicaba a esta labor). Finalmente, una empresa privada, la editorial
Signatura, con una buena colección de flamenco, se interesó por los dos
trabajos y los publicó en libro, algo que me llenó de satisfacción, obviamente,
tras el sinsabor citado.
Además,
creo que lo que de veras es necesario en este tema de la investigación de
flamenco, en mi opinión, es que desde arriba, desde la Junta de Andalucía, en
colaboración con las entidades públicas o privadas, autonómicas o no que hagan
falta, organizar de una vez, a largo plazo y (es pedir milagros) con consenso
de todas las fuerzas políticas, un equipo de investigadores de trayectoria
acreditada, de distintas áreas o disciplinas, que afronten a fondo los aspectos
menos estudiados o estudiados de manera poco científica del flamenco. Un equipo
fijo con incorporaciones sucesivas, como es natural, con posible remuneración
y, desde luego, publicación y publicidad de sus trabajos. Sé que no es fácil y
que podría discutirse cuántos miembros de ese equipo, si de trayectoria
académica o universitaria o no, y, cuestión nada baladí, quiénes y con qué
criterio se elegirían y si sería posible una política de remuneraciones,
comisiones de servicio, etc. En fin, nada es fácil, pero he de decir claro y
alto que, hasta ahora, entiendo que no se ha hecho nada definitivo y grande en
este aspecto, aunque reconozca logros, ayudas, intentos en estos años.
He
trabajado quince años en la Universidad de Sevilla como profesor asociado. Por
tanto, he vivido desde dentro cómo estaba, en general, la consideración hacia
el flamenco en cuanto a objeto de estudio. Les comento que he llegado a ver
cómo un catedrático llegó a decirme que participar como profesor en un Programa
de Doctorado de flamenco, como yo quería, era un desprestigio. Lo hice y luego
también participé en un máster e incluso llegué a coordinar dos años el citado
Programa de Doctorado “Estudios avanzados de flamenco” ya en otra etapa de
cinco años en la Facultad de Ciencias de la Educación. Yo me consolaba
acordándome de otros profesores, incluso del mismo departamento, como el
querido y admirado profesor, maestro, amigo y compañero Miguel Ropero, un
referente por ser de los primeros, en los setenta, en atreverse a hacer una
tesis doctoral sobre flamenco (el caló en las coplas flamencas). Lo que tuvo
que pasar entonces este hombre admirable por tantas cosas… Y de profesores
universitarios como Juan Manuel Suárez Japón, Eulalia Pablo, Cristina Cruces,
José Luis Navarro, Francisco Gutiérrez Carbajo, José Luis Buendía y tantos
otros, entregados a la investigación flamenca además, como en mi caso, de a la
propia de su área específica universitaria. A ellos y los que investigan con
solvencia desde fuera del ámbito aniversario, que son muchos, debo respeto y
agradecimiento, y creo que el flamenco en general, por sus contribuciones que
cuestan mucho esfuerzo. De ahí que personalmente me produzca, más que
indignación, profunda tristeza cuando desde el ámbito universitario se rebaja
la importancia de la investigación no universitaria o, al contrario, cuando
desde este ámbito se hace lo mismo sin comprender siquiera los entresijos de la
dinámica investigadora, académica y doctoral de la Universidad. Son actitudes
muy dañinas para el flamenco: somos pocos y, aunque sin excluir la crítica
fundada, tenemos que apoyarnos para no dañar la imagen de este arte que nos
embelesa.
Precisamente
tengo que resaltar algunos aspectos importantes por sus logros, como el
Programa de Doctorado “Estudios avanzados de flamenco”, ya citado,
interdisciplinar, con éxito de alumnos y muchas tesis presentadas a lo largo de
los años en que ha existido hasta que cuestiones administrativas y académicas
acabaron con él hace poco. Por fortuna, lleva tres años ahí una especie de
reemplazo, el máster de Flamenco de la Universidad de Cádiz -donde he tenido el
honor de participar también- en colaboración con las demás universidades de la
comunidad autónoma, dirigido por Francisco Perujo. Prosigue el trabajo que
viene realizando el exrector de la Universidad de Sevilla Rafael Infante a
través de “Flamenco y Universidad”, colección de cedés y de libros, al par que
organiza diversos congresos, conferencias, homenajes, etc. Puede verse la
página en internet, con abundante información, como comentábamos antes. Y en
2017 ha surgido, por fortuna, la colección de flamenco de la Editorial
Universidad de Sevilla, codirigida por Francisco Javier Escobar Borrego y Rocío
Plaza Orellana, con seis títulos publicados hasta el momento y de la que tengo
el honor de formar parte de su Consejo de Redacción. Se suma a otras
colecciones de iniciativa privada como las de la editorial Athenaica o la de
Almuzara. El caso es, desde la Universidad, sumar a esta causa y nunca restar o
quedarse de brazos cruzados.
Y
también me ha ocurrido que algún compañero me hiciera un comentario del tipo
“estarás de juerga…”, así está el nivel. Bueno, yo siempre digo, o me digo, que
amo tanto al flamenco, le debo tanto, que eso es lo importante, lo que me da
fuerzas, como a tantos otros, para aguantar estas tropelías, comentarios,
prejuicios… Todo esto, la verdad, más obsoleto y rancio cada vez, a estas
alturas en que el flamenco ya es lo que es, un arte muy apreciado
internacionalmente y estudiado hasta por muchos investigadores extranjeros. Un
inciso sobre esto último: cuando empezaba a ir a congresos flamencos, en los
noventa, me asombraba y admiraba el hecho de que muchos de los ponentes eran
extranjeros (Steingress, Bernard Leblon, Akio Iino...). Me daba vergüenza que
aquí hubiera ese desinterés, tanto prejuicio, analfabetismo flamenco, y que
alguien de otro país y otra lengua viniera no ya a gozarlo, algo fácil, sino a
investigarlo con solvencia, a darnos lecciones, nunca mejor dicho. Aún me
asombra y lo valoro muchísimo, como me sigue disgustando, como comentaré ahora,
que entre los jóvenes estudiantes, apenas se sepa nada del flamenco, eso
-dicen- tan nuestro.
Ya
es hora, al hilo de este comentario, de abordar el tema de la didáctica del
flamenco. Si en el campo que me es propio, el de la Filología Hispánica, tengo
como maestros a Miguel Ropero o Francisco Gutiérrez Carbajo, así como el
inolvidable Félix Grande, en el de la didáctica tengo que acordarme de
referentes como Caty León, Ricardo Rodríguez Cosano (y su hermano Esteban),
José Luis Rodríguez Ojeda, Eulalia Pablo, José Luis Navarro, Calixto Sánchez o,
cómo no, nuestro Manuel Herrera Rodas, aportando iniciativas y proyectos hasta
sus últimos años. Cuando allá por los finales de los ochenta empecé a ocuparme
y preocuparme por este aspecto a partir de mi acceso al funcionariado como
profesor de Enseñanza Secundaria (entonces Media), tras un curso en el colegio
Alemán de Sevilla, privado, no se había escrito tanto como ahora sobre
didáctica del flamenco ni de flamenco en general. En profesores como los
citados, entre otros, encontré el mismo aliciente e interés que yo tenía por
esta cuestión, entendida como la forma de hacer presente el arte flamenco en la
enseñanza, desde infantil y primaria hasta secundaria y la Universidad.
Cuestión aparte es la enseñanza para aprender a cantar, bailar o tocar, es
decir, la de los conservatorios, en donde se han dado algunos pasos importantes
no exentos de polémicas como es habitual.
En
1986 publiqué mi primer artículo sobre este asunto de la didáctica del
flamenco. Gracias al impagable crítico flamenco y poeta Emilio Jiménez Díaz, a
quien debo mucho -y el flamenco-, un andaluz de lujo, pude publicar “El
analfabetismo flamenco” en El Correo de Andalucía. Tenía mis reparos
por el artículo y su título, por si caía mal en el colegio privado en que
trabajaba y donde hice una encuesta para ver qué sabían de flamenco. Los
alumnos eran de primaria en ese caso y lo del analfabetismo se debe a que
apenas conocían nada del flamenco, algo que, por desgracia, podría aplicarse a
hoy también. Desconocimiento, confusión, desinterés siguen siendo lo habitual y
es la primera batalla que tenemos que librar en la didáctica del flamenco, pues
además la competencia de otro tipo de música que suelen escuchar es grande. El
artículo iba acompañado de un dibujo alusivo al flamenco de uno de los alumnos,
así que ya es algo.
Poco
después, ya siempre en secundaria, tuve oportunidad de llevar el flamenco a las
aulas, a mi manera, claro, un enfoque que he expuesto en congresos, cursos de
centros de profesores, conferencias, artículos en revistas o libros y, sobre
todo, en mi libro Poética y didáctica del flamenco, de 2009, con
prólogo de Catalina León Benítez, para mí la maestra de todo este asunto. Ahí
he volcado mis intenciones y especialmente su posible utilidad viene del hecho
de proponer, por asignaturas (casi todas), diversas actividades y bibliografía,
un buen número de propuestas de actividades para llevarlas directamente ante
los alumnos. Ofrezco además resultados prácticos ya experimentados, no sólo de
mi parcela, Lengua y Literatura, sino de las demás, gracias a la colaboración
de mis compañeros de los institutos por los que iba pasando, hasta ese momento
básicamente “Miguel de Mañara” de San José de la Rinconada (Sevilla), y “Ramón
Carande” de Sevilla, así como el “Extensión del IES Cantillana” de Burguillos
(Sevilla). Después he seguido aplicando con mayor o menor éxito y dedicación mi
trabajo en el “Domínguez Ortiz” y finalmente, hasta mi jubilación en junio de
2021, en el “Beatriz de Suabia”, ambos de Sevilla capital.
He
podido enriquecerme organizando recitales prácticamente cada curso, dirigiendo
algunas veces proyectos de innovación educativa, grupos de trabajo, implicando
a otros compañeros, publicando incluso un libro de coplas flamencas de
los alumnos, etc. Precisamente tengo que decir que quizá el recuerdo más grato
que tengo es el del librito Del Carande, con duende (1992), con
coplas de mis alumnos del IES “Ramón Carande”, obra que fue destacada por el
periodista Paco Correal en su sección de Diario 16 y comentada por varios
críticos de flamenco y de literatura, entre ellos el mismo Manuel Herrera Rodas
en Sevilla flamenca con el título “El duende del Carande”. Una soleá del libro
que no se me olvida es “Tu muerte será pa mí / un jarro de agua fría / cuando
llegues a morir”. Y, junto a esto, la gran satisfacción de ver cómo otros
compañeros de áreas distintas hacían actividades que les proponía: Educación
Plástica y Visual, Historia, Biología, Música, etc., incluso traducciones al
griego o al latín y comparaciones entre ambas poéticas. Esta experiencia me ha
dado otras satisfacciones, como la concesión de una mención especial del Premio
de Investigación Didáctica “Joaquín Guichot” 1995, y la concesión de una
licencia de estudios para finalizar y actualizar el proyecto durante el curso
2005-2006. Nuestra gratitud a la Junta de Andalucía, convocante, aunque en el
segundo caso, como queda dicho, fue frustrante que no se publicara el resultado
a no ser por el interés de la editorial privada Signatura. El del premio sí se
publica siempre y está en todos los centros educativos de nuestra comunidad. Otra
cosa es que estén llenos de polvo y olvido porque son contados los profesores
que nos interesamos en los centros por la relación flamenco y enseñanza. Al
final, y ya van años, sigue siendo un esfuerzo personal sin apenas apoyo de las
instituciones. Si no hay un profesor interesado en un centro, no se verá nada
de flamenco ni el Día de Andalucía, en que es obligación según directrices de
la Consejería. Y esto es lo que no puede ser, que dependa de este factor de
buena voluntad, sino que hay que ofrecer desde las instituciones educativas un
marco de actividades que puedan ser solicitadas por los centros con motivo de
dicho Día o en cualquier momento. Son muchos quienes defienden la existencia de
asignaturas o similares en torno al flamenco. No es nuestro caso, siempre hemos
dicho, y escrito, como en nuestro libro citado, lo siguiente: “Creemos que es
posible incorporar el hecho flamenco a la programación. La riqueza del Flamenco
permite su estudio desde diversos ángulos: el musical en clase de Música o en actividades
complementarias o extraescolares (recital en la Semana Cultural, por ejemplo, o
visita a una peña flamenca); el coreográfico en Educación Física o en talleres
de Danza y Expresión Corporal; y el literario, desde luego, permite, sobre todo
en Lengua Castellana y Literatura, abordar aspectos métricos, estilísticos y
temáticos. Los temáticos nos servirán para conocer realidades cuyo estudio
pertenecería a Historia, Geografía, Religión, Ética, etc.
Más
que crear una asignatura, optativa o similar, dedicada al Flamenco -con todas
sus consecuencias de exámenes, horarios, etc.-, consideramos que es más eficaz,
más interesante y ameno incluir lo flamenco en la programación de cada materia
o área (excepción hecha de Física, Química y alguna más) de manera más o menos
extensa según aquélla. Nuestra inclinación es hacia el enfoque interdisciplinar”.
En
cualquier caso, para hablar de flamenco hay que saber de qué se habla. Aquí
topamos con la necesidad de la formación de los docentes desde infantil hasta
secundaria (y en grados o carreras como Ciencias de la Educación, antes
Magisterio). Se han dado pasos a lo largo de las dos o tres últimas décadas,
pero no acaban de afianzarse, de tener una continuidad imprescindible para su
función. A partir de los noventa ha habido loables iniciativas de formación del
profesorado, como algunas que he vivido, como son los cursos organizados por
Antonio Mesa y Caty León en el CEP del Aljarafe, de iniciación y de
profundización (tuve el honor de participar como ponente), o los llevados a
cabo durante varios años por las diferentes provincias de la comunidad por
Calixto Sánchez, en ambos casos con un magnífico balance de ponentes, artistas
y público. Soy testigo años después de un intento de volver a proyectos
similares y de cómo todo se quedó en una reunión en Consejería. Ahora se vuelve
a la carga, por enésima vez, con el tema del flamenco en la enseñanza, y por
enésima vez (si exceptuamos los logros reseñados), tal vez haya que volver a
desengañarse. Y a la soleá de José Prada, pues para todo, y para esto también,
no basta la intención, hace falta dinero: “Me sobre la voluntad, / pero me
falta el dinero, / que es como no tener na”. Sin financiación continua y bien
distribuida, tanto en la investigación como en la didáctica del flamenco, en
resumen, y sin apoyo de todo tipo desde Consejería de Educación, constante y
eficaz, corremos el peligro de seguir como siempre, que esto sea obra de
particulares que se afanan en investigar o divulgar porque les gusta mucho el
flamenco, pero de forma inconexa, voluntarista. Mi admiración para todos ellos,
pero lo suyo es que los organismos competentes creen un marco estable para
mejorar la investigación y la didáctica del flamenco. Los aficionados del
futuro están ahora en primaria y secundaria, sobre todo en primaria, y si no
los acercamos convenientemente al flamenco, no estaremos haciendo lo que merece
esta tan traída y llevada, cuando y para lo que interesa, y entonces sí hay
dinero, seña de identidad andaluza. Andaluza y como arte, claro está,
universal.
Pido
disculpas por haberme puesto de ejemplo de mucho de lo que cuento, pero más de
treinta años en este anhelo dan para contar cosas, y, sobre todo, para
agradecer a investigadores, artistas, alumnos, profesores y, a veces,
instituciones, su granito de arena, su apoyo personal y al flamenco. Siempre he
pensado que ejercer esta afición en común procuraba una relación especial, una
suerte de confianza y nobleza. Así lo he vivido cuando he encontrado un
compañero profesor aficionado o en los cursos de doctorado y de máster donde,
en mayor o menor medida, todos se sienten atraídos por este arte, y eso es muy
grande, crea una amistad especial y un trato más cálido. Gracias a todos y
gracias a este señor del flamenco, de admirable y titánica trayectoria, que es
Manuel Herrera Rodas.