¿Quién era la Bella Otero?
La Bella Otero se llamaba Agustina Carolina del Carmen Otero Iglesias y nació el 4 de noviembre de 1868, hija de madre soltera[1], en Valga, un pueblecito de Pontevedra.
A los once
años fue salvajemente violada[2]
y eso decidió su futuro. Dotada de un irresistible atractivo físico ꟷirradiaba magnetismo sexualꟷ y unas raras dotes para la danza y
la canción, subió peldaño a peldaño la escalera del éxito hasta convertirse en
reina del Folies Bergère parisino y emblema de la Belle Époque.
Limpió casas
y fregó suelos para ganarse la vida, se fugó de casa a los 14, cantó y bailó en
burdeles de mala muerte y tuvo innumerables amantes ocasionales. Llegó a
Barcelona, cruzó los Pirineos y pasó por Montpellier, Lyon y Marsella. Allí hizo
su primera conquista importante, el empresario teatral norteamericano Ernest
Jurgens. Él le puso maestros[3]
y financió sus espectáculos. Él la llevó a París y después a Nueva York. Y con
él se empezó a gestar su prodigiosa leyenda (que si era hija secreta de una
emperatriz portuguesa, que si era una condesa andaluza,…).
Después, fría y calculadora ꟷ”La mujer más peligrosa de su tiempo” en palabras de Chevalierꟷ, fascinante y seductora ꟷ una “lujuriosa pantera en celo” la llegaron a llamarꟷ, pasó por muchas camas, siempre de ricachones, y fue incluso concubina de reyes (el multimillonario William Vanderbilt, el poeta y político cubano José Martí, el cantante y actor Maurice Chevalier, el ingeniero y arquitecto Gustave Eiffel, el polítivo Aristide Briand, el pintor Toulouse Lautrec, Pedro Nikolaevitch, nieto del zar Nicolás I de Rusia, el zar Nicolás II, Leopoldo II de Bélgica, Guillermo II de Alemania, Eduardo VII de Gales, el Duque de Westminster, Alberto I de Mónaco, Nicolás de Montenegro y nuestro Alfonso XIII). Más de uno se suicidó por su culpa[4].
Sus mejores años como artista los vivió en París a finales del XIX, cuando bailaba vestida de torero o lucía llamativas joyas sobre su cuerpo desnudo en el Follies o en el Cirque d’Été ꟷincluso llegó a interpretar la habanera de la Carmen de Bizetꟷ. De la capital francesa pasó a Niza y Montecarlo, y allí perdió en las mesas de juego una fortuna valorada en 500 millones de dólares. Entre sus joyas llegó a tener un collar de la emperatriz Eugenia, otro de una emperatriz austriaca y otro de diamantes que había pertenecido a María Antonieta.
Bella Otero terminó sus días casi como
los había iniciado, en una modesta habitación en Niza, donde murió de un
infarto el 12 de abril de 1965.