La Bella Otero es una obra excepcionalmente ambiciosa. En 2 actos (un prólogo y 14 escenas) y con 49 bailarines en escena, Rubén Olmo, con la colaboración de Gregor Acuña en la dramaturgia y Manuel Busto y la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla en la música, nos cuenta con todo lujo de detalles la apasionante vida de la subyugante Otero, una mujer que sufrió maltrato, triunfó como bailarina y sucumbió en los casinos de juego.
Una Otero madura (Maribel Gallardo) recuerda su juventud con las castañuelas y una Otero en la flor de vida (Patricia Guerrero) taconea tal como hacía en sus años de gloria.
Fotografía: Jesus Vallinas (Cortesía del BNE)
Asistimos a la romería de la Virgen de Valga, el pueblo natal de la Otero. Bailan una espectacular muñeira con más de treinta participantes. Uno de los mejores momentos de la obra. Vemos cómo la joven Carolina Otero es asediada y finalmente violada por un desalmado (Migul Ángel Corbacho), cómo se refugia en casa del cura del pueblo (Francisco Velasco), que también intenta abusar de ella y cómo huye de allí para siempre.
Fotografía: Jesus Vallinas (Cortesía del BNE)
Viaja a Portugal y se une a un grupo de canasteros que la introducen con ecos de fado en el mundo de la danza y vive sus primeros amoríos.
Fotografía: Jesus Vallinas (Cortesía del BNE)
En la escena siguiente asiste a una representación de la Carmen de Bizet ꟷCarmen fue para la Otero un referente como mujer y como artistaꟷ. En apenas 7 minutos Manuel Busto reproduce los momentos culminantes de la famosa ópera. Un reto que Busto y Olmo, con la participación de Inmaculada Salomón (Carmen), Miguel Ángel Corbacho (Don José) y Carlos Sánchez (Escamillo) resuelven de forma brillante.
Fotografías: Jesus Vallinas (Cortesía del BNE)
De la Ópera al Casino, la verdadera pasión de Carolina, una ludópata enfermiza. Y de allí al Café Cantante. Zambra, verdiales, alegrías, soleá con Miriam Mendoza de protagonista. Carolina no resiste la tentación y se sube a las tablas y el que será su primer mecenas, el americano Jurgens (Francisco Velasco), cae rendido a su belleza y la contrata como artista.
Fotografía: Jesus Vallinas (Cortesía del BNE)
Fotografía: Fernando Marcos (Cortesía del BNE)
Fotografía: Jesus Vallinas (Cortesía del BNE)
La Otero inicia de la mano de Bellini (Eduardo Martínez) su formación como bailarina. Maestro y discípula bailan la “Mazurca de los Paraguas” de la zarzuela “El año pasado… por agua”. Un exquisito paso a dos de cante y baile.
Fotografía: Jesus Vallinas (Cortesía del BNE)
Sigue una ronda de regalos de amantes y adoradores que finaliza con el suicidio de Jurgens, que se ahorca en el centro del escenario. Una escena impactante con la que se cierra el primer acto.
El acto segundo comienza con una escena de danza, el Folies-Bergère parisino, que combina belleza y grandiosidad. Lo anuncia Bellini: “el templo del placer”. Bailan el imprescindible cancán, Loïe Fuller (Sara Arévalo) nos seduce con los vaporosos movimientos de grandes telas voladoras y la Otero (Patricia Guerrero), primero vestida de torero y después con el cuerpo cubierto de joyas, reproduce dos de los números que la hicieron famosa. Fueron los momentos más logrados de toda la obra.
Fotografías: José Luis Navarro
Después del Folies, vuelta al Casino y luego un paseo por el bosque de Boulogne, una recreación cinematográfica de una mañana de domingo de la elegante sociedad finisecular.
Fotografías: José Luis Navarro
Fotografía: Jesus Vallinas (Cortesía del BNE)
Asistimos luego a una comida de gala en el famoso Maxim’s parisino. Sigue una inverosímil escena en la que el cura de Valga engalana a su Virgen con un vestido de la Otero. Y vemos los enredos amorosos de la Otero con Rasputín (Rubén Olmo). Primero, encarnada por Patricia, intenta sin éxito seducir al monge ortodoxo ruso. Este la condena a envejecer y ella reaparece bajo la capa del místico en la persona de Maribel Gallardo. Suena la Habanera de Carmen y ella recuerda su pasado. Carolina Otero ya no es la Otero. Rubén se luce en unas elegantes mudanzas.
Fotografía: Jesus Vallinas (Cortesía del BNE)
Entre las novedades de esta versión destacan las actuaciones cantantes de Maribel, Patricia y Eduardo Martínez. La Otero no tenía muy buena voz. Patricia tampoco, pero respira arte por los cuatro costados. A Maribel le dio Rubén un vídeo de la Callas y le dijo que tenía que cantar la Carmen. Y lo ha hecho. Eduardo no tiene mala voz.
Otra destacada virtud de la obra es la partitura de Busto, que ilustra musicalmente con imaginación y rigor cada escena. Rubén ha contado asimismo con Yaiza Pinillos para un vestuario muy acorde con ese momento histórico y la personalidad de la protagonista y con Eduardo Moreno para una escenografía esquemática y versátil a base de líneas y globos de colores cambiantes.
La Bella Otero es ese sueño largamente acariciado por Rubén Olmo hecho al fin realidad.
José Luis Navarro