Flamenco Biënnale Nederland 2021


De Holanda a Jerez, Madrid y Bollullos de la Mitación



 

La Bienal de Flamenco holandesa ha sufrido, como el resto de las actividades flamencas programadas, el hachazo del Covid-19. Sin embargo, también como otros muchos acontecimientos, se ha visto obligada a agudizar el ingenio y recurrir a la imaginación para salvar algunos muebles. Y es que esta maldita pandemia está cambiando muchas cosas y, sobre todo, está forzando a muchos artistas a desarrollar su imaginación hasta límites insospechados hace tan  solo unos meses. Ahí están, como ejemplos, las clases de flamenco on line y los espectáculos retransmitidos en  streaming con la consiguiente universalización de los públicos.

Este ha sido el caso de la ya consolidada Bienal de Flamenco de Holanda. Para  2021, Ernestina Van de Noort, su directora, ha programado dos documentales y cuatro espectáculos on line.



Moraíto

Abrió el 29 de enero  con El cante bueno duele, un interesante documental dirigido por ella misma en colaboración con el cámara Martijn Van Beenen y rodado en Jerez en 2010. En él, vemos en su salsa al recordado Moraíto (Jerez, 1956) , a quién va dedicado este corto, en la fiesta improvisada en un bar jerezano y en imágenes de archivo, junto, entre otros, a  Jesús Méndez, Manuela Méndez la Chati, María Bala, Manuel Soto el Bo, José Mercé, y en el que Manuel Morao habla de la esencia de lo jondo  y pontifica sobre lo que llama “nuestro patrimonio”, que, según él, les han “robao”.



 Manuel Morao


De Jerez a Madrid. De la fiesta al tablao. Del flamenco de raíz al jazz flamenco. El contrabajista Pablo Martín Caminero (Vitoria-Gasteiz, 1974) con el piano de Moisés Sánchez y la percusión de Paquito González nos acercaron a una música que crece día a día. Lo hicieron el 30 de enero desde el Café Berlín, santuario de la noche madrileña. Allí este vasco enamorado del flamenco y del jazz mostró las dos caras de su alma musical. Presentó su nuevo proyecto discográfico Al toque y se acordó desde Paco de Lucía a Moraíto Chico, Sabicas, Manolo Sanlucar, Vicente Amigo, Cañizares, Rafael Riqueni y, por supuesto, de su maestro Gerardo Núñez. En el Café Berlín le sacó al contrabajo la hondura del flamenco y la vocación de aventura y contemporaneidad del jazz. Se jaleó por fiesta y le exprimió los más hondos sentires a las cuatro cuerdas de su instrumento. 



Pablo Martín Caminero

Al día siguiente, 31 de enero, el duende volvió al Café Berlín. Era el turno de Daniel García (Salamanca, 1983), que presentó su reciente álbum Travesuras (2019). Con Reinier el Negrón al bajo y Michael Olivera a la percusión revivió los ecos de Paco de Lucía y Camarón en “Potro de rabia y miel”, y de Federico Mompou en “Dream of Mompou”, de la soleá de Miles Davis en “Dream of Miles”, se hizo niño en “Oniria”, evocó a Cádiz en “Alegrías pa Averío”, sonó a tangos en “La comunidad”, se puso juguetón y marchoso en “Travesuras” y se mostró andarín y soñador en “Vengo de moler”. Consumó así en todo un derroche de sensibilidad y virtuosismo un fraternal hermanamiento de sus dos pasiones, el Flamenco y el Jazz. 




Daniel García

El 5 fue Carlos Saura el que protagonizó la Biënnal con imágenes de su Jota (2016), un variado recorrido por el emblema musical de Aragón. Un atractivo documental con la presencia, entre otros, de Sara Baras, Valeriano Paños, Cañizares, Malikian, Carlos Núñez, Carmen Paris y el maestro indiscutible de ese baile, Miguel Ángel Berna. 



Miguel Ángel Berna

De Madrid la Biënnale se trasladó el 6 de febrero a la Aceitera, el estudio de Rocío Molina en Bollullos de la Mitación (Sevilla).





La Aceitera

Allí pudimos asistir ꟷen líneaꟷ a El aire mueve, germen de un futuro espectáculo de Rocío Molina y continuación de su obra dedicada a la guitarra. En la intimidad de unas naves donde ayer se fabricaba aceite y hoy cobijan danza experimental la silueta de Rocío baila a contraluz la farruca que le toca Eduardo Trasierra. 





Hace una impresionante demostración de pies por alegrías en dialogo con la sonanta de Yerai Cortés.




Se adorna con chinchines, como lo solía hacer Fernanda Romero, para bailar el taranto al ritmo que le va marcando la guitarra de Trasierra.





Y baila y se desmelena con la música que brota de las cuerdas de la guitarra de Rafael Rodríguez Cabeza. Un diálogo mágico entre la imaginación de una bailaora contemporánea y la inspirada guitarra de un singular músico flamenco.






Primero una zambra de Rafael en el interior de la nave y luego, cuando empieza a oscurecer, entre olivos, el guitarrista sevillano toca una rondeña, también suya, y la música se adueña de ella por completo. Rocío pasea y baila descalza, sueña, piensa, mira en su interior y araña la tierra, buscando en ella la fertilidad de un nuevo renacer como bailaora.








Al día siguiente, 7 de febrero, un nuevo encuentro flamenco en La Aceitera, dedicado a lo que Ernestina Van de Noort llama “Nuevo Flamenco” con artistas de dos generaciones: Andrés Marín (Sevilla, 1969), Ana Morales (Barcelona, 1982) y Vanesa Aibar (Villanueva del Arzobispo, Jaén, 1983). 

Andrés Marín con la voz y el pandero de Cristián de Moret y el saxo de Alfonso Padilla reproduce “La hora sexta” del espectáculo La vigilia perfecta, inspirado en “San Hugo en el refectorio de los cartujos” de Francisco de Zurbarán y estrenado en la pasaba Bienal de Sevilla.






Después, Ana Morales ofrece un apunte de lo que fue En la cuerda floja, estrenada también en la pasada edición de la Bienal sevillana. Una obra que pretende vivir en escena sentimientos encontrados, en palabras suyas “la dualidad del equilibrio y el desequilibrio, la razón y el subconsciente, incluso la dualidad entre colores” ꟷella misma lleva un párpado pintado en tonos rojizosꟷ. Una obra que explora situaciones anímicas mediante recursos coreográficos que combinan el inventario clásico flamenco ꟷbrazos, zapateados, volantesꟷ con movimientos muy alejados del mismo. Unos movimientos que nos hacen pensar inevitablemente en Maurice Béjart, muy especialmente en su Bhakti (1970) y en sus Siete danzas griegas (1983), inspiradas respectivamente en la danza hindú y en la helénica.









Pusieron la música Pablo Martín Caminero (contrabajo), José Quevedo (guitarra) y Paquito González (percusión).

Cerró el programa, titulado “Impresiones de Sevilla”, Vanesa Aibar con un adelanto de La reina del metal. La bailarina contemporánea ꟷno me atrevo a llamarla flamencaꟷ aparece vestida con una falda-pantalón de cuero negro arrastrando unas cadenas ꟷalguien la ha llamado ¡bata de cola de cadenas!ꟷ, se desembaraza de los metales, enciende las luces, cierra una puerta, gatea, anda de rodillas y termina subiéndose con felina agilidad a la original batería de su músico, el percusionista Enric Monfort. Eso sí, entre una y otra acción zapatea un poquito, hace algún que otro movimiento más o menos esotérico o esculpe alguna insólita postura.








No dudo de que nos estará contando alguna historia o transmitiéndonos algunos sentimientos tan arcanos que yo no acierto a descifrar. Desde luego, todo esto es sin duda “actuar”, porque para mí tiene muy poco de “bailar”. Pero, claro, hoy el Flamenco vende.

Todas estas grabaciones nos llegaron vía internet de la sabia mano del cámara Félix Vázquez.

                                                                                                                            José Luis Navarro