Bacterias ubicuas y contagiosas


Andrés Marín es uno de esos artistas que si no existiesen habría que inventarlos. Gracias a ellos el baile flamenco se mantiene vivo y pujante. Son auténticas puntas de lanza que con su imaginación e inventiva abren nuevos caminos para la danza. Ayer presentó en Cajasol un nuevo proyecto. Lo tituló Bacterias, porque “como las bacterias, generamos nuestro propio disturbio artístico y a la vez encarnamos su respuesta orgánica”. Así lo expresó en el programa del espectáculo y así lo vivió él sobre el escenario. 

Bacterias fue un ejercicio de libertad creativa. Marín bailó lo que en cada momento le pedía su mente y su corazón. Eso sí, ajustándose al más estricto compás. Recorrió, mudanza a mudanza, todo su vocabulario dancístico en el que surgían aquí y allí nuevas figuras y movimientos. Creación en el acto. Había detalles, atisbos asociados a bailes determinados (soleares, seguiriya, tientos, cantiñas, farruca, bulerías...) que él desarrollaba y enriquecía con continuas innovaciones coreográficas. Y no se conformó con el baile, también cogió el micrófono y cantó y bailó una taranta a palo seco. Y no lo hizo nada mal. 

Así lo contó la cámara de Remedios Malvárez:









Como bacteria, como microorganismo ubicuo, no solo recicló la danza, también contagió al cante y a la guitarra. Hubo momentos en los que Salvador Gutiérrez descompuso su toque y le sacó nuevos sonidos a su sonanta. Y lo mismo hizo José Valencia con el cante, especialmente cuando le acompañó Raúl Cantizano con su guitarra eléctrica o su sintetizador. Todos dieron rienda suelta a la experimentación musical y dancística. Crearon un ambiente orgánico que resultó altamente contagioso. Transformó a la María Magdalena de los Evangelios en hermanita del amor y al Mairena de Mundo y formas en un revolucionario del cante. Ni siquiera se libró la imprenta que hizo el programa del espectáculo, que trastocó letras y mudó “Andrés Marín” en “Andrés Moreno” y “Cantizano” en “Cantisano” y “Salvador” en “Salvadore”. No pudo sin embargo con José Valencia.

                                                                                                                                José Luis Navarro