Yo no entiendo el porqué de dar dos recitales en uno. Anoche Alba Heredia dio el primero y Aurora Vargas el segundo. Hubo además un descanso entre los dos. Total, tres horas. Excesivo y antieconómico.
Alba Heredia anunció dos bailes y luego hizo tres. Se empeñó con hacerse con el público y al final lo consiguió. Ya se sabe que el baile de Granada es visceral, puro temperamento. Pues a ella solo en determinados momentos se le notó esa escuela. Se empeñó en bailar con todo el cuerpo y vaya que si bailó. Apareció en un círculo de luz con la guitarra en otro y los dos se entregaron sin reservas. Ella le bailó a la guitarra y la guitarra le bailó al baile. Los dos solos se bastaron para llenar el escenario. El cante solo se oyó en una cartagenera, la clásica de “Los pícaros tartaneros”. Tuvo después un largo romance con la bata de cola. La paseó por el escenario por alegrías. La abrazó y la mimó. Se dejó en el camerino los zapatazos y se limitó prácticamente a la escobilla. Desde luego, apenas se le notaba que fuese granaína. Creo que aún le falta algo de técnica, pero va por muy buen camino. Cerró por soleá y el escenario se le quedó chico. Se acercó al público, se subió por los escalones del patio de butacas, se dirigió a los espectadores y no paró hasta que los levantó de sus asientos para despedirla con una fuerte ovación.
Alba Heredia anunció dos bailes y luego hizo tres. Se empeñó con hacerse con el público y al final lo consiguió. Ya se sabe que el baile de Granada es visceral, puro temperamento. Pues a ella solo en determinados momentos se le notó esa escuela. Se empeñó en bailar con todo el cuerpo y vaya que si bailó. Apareció en un círculo de luz con la guitarra en otro y los dos se entregaron sin reservas. Ella le bailó a la guitarra y la guitarra le bailó al baile. Los dos solos se bastaron para llenar el escenario. El cante solo se oyó en una cartagenera, la clásica de “Los pícaros tartaneros”. Tuvo después un largo romance con la bata de cola. La paseó por el escenario por alegrías. La abrazó y la mimó. Se dejó en el camerino los zapatazos y se limitó prácticamente a la escobilla. Desde luego, apenas se le notaba que fuese granaína. Creo que aún le falta algo de técnica, pero va por muy buen camino. Cerró por soleá y el escenario se le quedó chico. Se acercó al público, se subió por los escalones del patio de butacas, se dirigió a los espectadores y no paró hasta que los levantó de sus asientos para despedirla con una fuerte ovación.
Para redondear su espectáculo la guitarra de Luis Mariano Renedo hizo su solo y lo mismo el cante de Juan Ángel Tirado y Rafi Heredia. Lástima que los ¿técnicos? de sonido le destrozaran el espectáculo. ¿Cuándo se enterarán de que el Flamenco no es para sordos? A punto estuvieron de destrozarnos los tímpanos.
Aurora Vargas se quedó con el teatro entero. No se puede decir que le costase trabajo. Se limitó a ser quien es y dio una lección de autenticidad, eso que algunos llaman “pureza”. Cantó, sintió y vivió lo que cantaba y no defraudó a nadie. De vez en cuando da gusto darse un baño de tradición y clasicismo y Aurora nos sumergió en las aguas de la verdad. Puso, como ella misma anticipó, “to la carne en el asador” y estuvo “sembrá”.
Empezó por alegrías, cortitas. Siguió por soleá. Fue cogiendo fuerza por tientos-tangos y dio algunos pasitos de baile. Se metió en terrenos íntimos y se rebuscó por seguiriyas. Y, para rematar la faena, la lió por bulerías. Fue su fiesta. Cantó, bailó y no dejó títere con cabeza. Ni siquiera consintió que los suyos se marchasen sin dar su pataíta.
Vino además la mar de bien acompañada por tres jerezanos: una estupenda guitarra, Diego del Morao, y dos palmeros de categoría, Chicharito y Rafa de Jerez.
José Luis Navarro