Sevilla, capital de la danza


Por una hora Sevilla fue capital de la danza. Quienes tuvimos la suerte y el privilegio de asistir al estreno de Altano en el pequeño teatro de la calle Chicarreros nos vimos transportados a esa soñada capital donde está ese teatro-museo en el que se exhiben y se guardan las obras maestras del baile. Porque eso es Altano, una auténtica joya del flamenco. Eso y muchas cosas más. Un diálogo mágico entre dos artistas que se aman y aman lo que hacen. Un acto de respeto, admiración y, sobre todo, de amor.


Foto: Remedios Malvárez

Foto: Remedios Malvárez




Altano es la primera vez que Rubén Olmo y Eduardo Leal comparten protagonismo sobre las tablas y la presentación de Leal en un espectáculo también suyo. Dos artistas que entusiasmaron al espectador desde el primer minuto. Un recital a base de solos y dúos. Rubén viajaba a la Almería de Leal por taranto y Eduardo a la Sevilla de Olmo por soleá, que ese es el sentido de “altano”, un viento que sopla alternativamente de la tierra al mar y del mar a la tierra.


Foto: Jaime Martínez


Alejandro Cruz al piano y David Chupete a la percusión también nos regalaron sus solos. El resto fueron diálogos a dos.  Una seguiriya en la que se alternaban el gesto personal con el movimiento compartido. Una recreación de aquel “Llanto” que estrenasen con el Ballet Flamenco de Andalucía para recordar a Federico García Lorca y a Ignacio Sánchez Mejía. Un emotivo paso a dos con música de Rafael Riqueni y con el capote como símbolo de la tauromaquia. Un capote que se erigía en coprotagonista, que unas veces  pasaba de las manos de Olmo a las de Leal y otras los envolvía, amparando y encubriendo sus ocultos sentimientos.  Y por fin, para cerrar el recital, otra joya del baile, “Yo solo quiero bailar” —inspirado en el “Yo solo quiero caminar” de Paco de Lucía—. Un derroche de fantasía. Dos mantones volando acompasados en el escenario, haciendo al unísono todo tipo de diabluras y creando belleza a raudales.


Foto: Jaime Martínez


En Altano se hermanan los movimientos del flamenco más rancio con ese guiño a lo nuevo que sugerían los flecos del vestuario y los ecos jazzísticos que ponían el piano de Alejandro Cruz, la batería de “Chupete”, la guitarra de José Suárez y la voz de José Luis García “Cheo” en la introducción de cada número.

Como resulta obligado en estos recitales, al final hubo un fin de fiesta por bulerías que Rubén aprovechó para presentar a Sofía Suárez y a Aitana Rouseau, dos jovencitas de 17 años, a las que auguró, de aquí a tres años, un futuro en el baile “con nombre propio”, dijo.

Altano ha sido, en fin, un recital de lujo que compensa con creces, el escaso número de espectáculos de esta etapa de los Jueves Flamencos de Cajasol. Desde luego, el público se volvió loco aplaudiendo.

                                                                                                                                              José Luis Navarro