Capítulo XXII
Anita Delgado, escritora.
Semana Santa en
Sevilla.
Durante sus días de estancia en Madrid, Anita Delgado atrae
la curiosidad de cuantos conocen su historia maravillosa. Todas las miradas se
vuelven hacia ella, cuando se la ve en la calle, en el teatro, en el hall del
hotel, junto al maharajah. Se les ve a veces con su hijo: un chaval de ocho
años, moreno, de ojos profundos, en el que se reflejan, a la vez, rasgos
occidentales y orientales. Tras el viaje a Madrid, los príncipes marchan con su
séquito a Sevilla. Es la Semana Santa. Desfile lento de cofradías y temblor
continuo de saetas. Un gentío abigarrado en las calles. Un fervor ruidoso, una
mezcla extraña de exaltación mística y de humana emoción. Aquella voz de la Semana
Santa andaluza llega muy hondo al corazón de Anita Delgado. Lejos de España, en
país de religión distinta, en convivencia con gentes de distinta fe, ella, sin
embargo, había seguido siendo católica.
En la visita sentimental a Sevilla va con ella el maharajah.
Con ella presencia el desfile de las procesiones y con ella entra en Ios templos
palpitantes de multitud. Él es hombre de otra religión, pero en las calles y
las iglesias de Sevilla en Semana Santa encuentra una profunda emoción
estética, independiente de la fe. No hace falta pertenecer a una disciplina
religiosa para sentir y comprender su belleza. También Anita Delgado, sin dejar
por eso de ser cristiana, había penetrado en las pagodas indias.
Feria de Abril.
Tras la Semana Santa, la Feria. Repiqueteo de castañuelas en
las casetas, vino y copla. Los jinetes por el Real, las mocitas con falda de
volantes, la guitarra punteada ágilmente. Abril en Sevilla, con un olor nuevo
en el Patio de Banderas y un más florido corazón en la plaza de Santa Marta.
Los príncipes recorren la Feria. Y como en Madrid, como en
todos los sitios en que se presentan juntos, un coro de miradas curiosas acoge
su presencia. Junto a la belleza muy española de Anita Delgado, el porte
altivo, la piel tostada y los ojos dominadores del maharajah. Viste a la
europea, y todo, sin embargo, en él es como una voz de Oriente, como un signo
poderoso de la India remota y legendaria.
De Sevilla siguen a Cádiz. Y en Cádiz embarcan con rumbo a
Norteamérica. El príncipe es un viajero incansable. Su vida fue siempre, en
realidad, sólo eso: un viaje constante a través de tierras y gentes distintas.
Un día. en uno de esos viajes, se encontró con los ojos de Anita Delgado.
El libro de Anita Delgado.
Durante su estancia en los Estados Unidos. Anita Delgado
publica un libro. Lo ha ido escribiendo en francés (el idioma más usado por
ella en Kapurthala, en la relación con su esposo, con los otros familiares, con
los palatinos y los servidores). Titula ese libro Impressions de mes voyages aux Indes. Y es un relato vivo, sencillo
y ameno, de su estancia en distintos estados de la India, visitados en unión
del maharajah. Tipos, costumbres, leyendas, cacerías, fiestas, paisajes...
Anita Delgado narra con un estilo expresivo y ágil. En su
pluma, el recuerdo de los lugares visitados se hace plástico. En ese libro hay
páginas de un gran valor de expresión. Preceden al libro unas líneas de
prólogo. «De todas las distracciones—escribe en él—que se pueden tener en las
Indias, yo prefiero los viajes que frecuentemente hacemos. Ellos me han dado la
ocasión de poder escribir estas páginas sobre ese delicioso país de Oriente, en
el que he pasado los más felices años de mi vida...»
El libro se publica en Nueva York, en Septiembre de 1915.
Está cuidadosamente editado. Lleva algunos grabados de los príncipes en
cacerías, de la princesa en traje de corte, de algunos rajahs indios. Y
contiene un centenar de páginas. El libro, sin embargo, no circula. Ya editado,
no quiere el maharajah que se venda y se ponga en circulación. Y efectivamente,
son escasísimas las personas que llegan a conocerlo. A lo largo del tiempo será
dificilísimo lograr encontrar un ejemplar de estas Impressions de mes vovages aux Indes, escritas en francés por Anita
Delgado y publicadas en Nueva York con el nombre oriental de la española:
«Princesse Prem Kaur de Kapurthalá.»
Coplas, cuentos y
artículos.
Esta afición literaria no ha nacido en ella repentinamente.
No es un fervor improvisado. Tiene, por el contrario, raíces hondas y lejanas.
Allá, en Málaga, cuando Anita Delgado era niña, hubo ya en
ella un primer temblor literario. Asistía a la Academia de Declamación,
dirigidla por Narciso Díaz de Escovar. Por trato y fervor hacia el poeta de los
cantares, ella misma escribió algunas coplas. Y algunas quintillas. Y hasta un
cuento... La muchacha no tenía aún los quince años.
No la abandonó después esta inclinación literaria. La lndia
abundaba en hechos y escenarios interesantes para su descripción. En 1911, por
ejemplo, a los cuatro años de la estancia de Anita Delgado en Kapurthala, fue
la coronación de los reyes de Inglaterra como emperadores de la India. El nuevo
rey, Jorge V. había asistido, como príncipe de Gales, a las bodas de Alfonso
XIII, cuando se conocieron Anita Delgado y Dhuriji Manek, el maharajah que
luego había de hacerla su esposa.
La española cuenta las fiestas celebradas en la India con
motivo de esa coronación en un artículo que envió al periódico malagueño El Cronista, y que se publicó al empezar
1912, con el título de Desde las Indias a
mi tierra natal.
El diario de la
princesa.
El vínculo de la española con Málaga, su cuna, se mantuvo,
sobre todo, a través de la amistad con Narciso Díaz de Escovar, el viejo
maestro de la Academia de Declamación. Frecuentemente, el poeta de las coplas
innumerables recibía cartas y postales de la princesa. Le contaba en ellas
detalles y curiosidades de su vida en la India La mejor fuente literaria estaba
en su propia vida, en aquella historia extraordinaria que Anita Delgado estaba
viviendo desde hacía diez años. Pocas veces estará tan justificada en una vida
la redacción de un diario, el ir trasladando a unas hojas de papel la propia
emoción, como en este caso de la muchacha que llegó a princesa por el camino
del amor. A veces, en horas de silencio y de soledad, la española—en Kapurthala
o en París—escribe su diario. Una letra alta, inclinada, suave y señorial, de
mujer distinguida y sensible. Va confesando ante el papel sus horas más hondas,
sus más íntimas sensaciones. Sólo ella, naturalmente, conoce este diario. ¿LIegarán
a publicarse algún día estas confesiones de Anita Delgado?
Europa otra vez.
De regreso en Europa, Ios príncipes vuelven a su casa de
París. La guerra sigue. Anita Delgado y su esposo visitan el frente francés de
batalla. Casas derruidas, hospitales, cruces sobre campos infinitos. Anita
Delgado ve ante sus ojos piadosos de mujer toda la trágica verdad de la guerra.
En su residencia de París, fresco el recuerdo del campo de batalla, Anita
Delgado abraza apretadamente a su hijo. Es el espanto de la guerra lo que hace
más fuerte el abrazo. Estrecha al chiquitín contra su pecho, y en ese abrazo
están el amor y el dolor de todas las madres ante la dramática posibilidad de
que la guerra les lleve el hijo algún día. Sobre la mujer y sobre la princesa,
Anita Delgado siente alzarse la madre en su corazón.
JOSÉ MONTERO
ALONSO