A mí La Tremendita me recuerda inevitablemente a Amy Winehouse. La inglesa revivía el espíritu de Billie Holiday para contarnos sus aventuras casuales. La Tremendita hace el cante de siempre con un nuevo envoltorio visual y acústico. Seguiriyas y malagueñas sentada y bulerías y tangos de pie y, como hacía Winehouse, acompañándose con su bajo y su guitarra.
Amy llevaba un inusual peinado de colmena y Rosario media cabeza rapada. Amy lucía un piercing sobre el labio superior y Rosario lo lleva en el inferior. Las dos son insólitas estampas en los escenarios al uso. Rosario viste un llamativo mono de brillantes colores con la serigrafía de Camarón y hace la seguiriya apoyándose en el hombro de su abuela ─las dos hacen compás con el puño sobre una mesa─. Y por si podía faltar algún paralelismo más entre la trianera y la inglesa, Amy asombró a todos con 5 Grammies en 2008 y Rosario ya lleva dos nominaciones.
Tremenda es un concierto de contrastes. Presente y pasado unidos. Flamenco tradicional y puesta en escena contemporánea. La fiesta por alegrías en un escenario tenebroso.
En Tremenda Rosario hizo un recorrido apasionado por todo el abanico de estilos flamencos (seguiriyas, soleares, peteneras, fandangos, bulerías, bamberas, tangos, granaínas, tarantas, malagueñas y cuplés), eso sí, rodeándose de ecos electrónicos (la batería de Pablo Martín Jones, el bajo de Juanfe Pérez, el teclado de David Sancho, la batería de José Tobalo y su propio bajo y guitarra) y las palmas de siempre (Tremendo Hijo y Lola Reyes) con letras que cantaba Pastora Pavón, letras suyas, poemas de Federico García Lorca y textos del sindicalista francés Laurent Berger. El ayer y el hoy unidos.
En conjunto, Tremenda es, como sin duda pretendía Tremendita, un concierto insólito que además contó con la voz de Andrés Marín.
José Luis Navarro