Ayer se estrenó en el Teatro Central la última propuesta de
Marcos Vargas y Chloé Brûlé: Los cuerpos celestes, una sinfonía cósmica escrita
en 7 movimientos a base de sonidos siderales, imágenes plásticas, ritmos, luces
y una orgía de movimientos. Marco Vargas y Chloé Brûlé lo definen como “un
viaje sensorial de lo etéreo a lo corpóreo […] un fresco sobre los seres
humanos donde cada individuo es pieza fundamental pero insignificante en el
gran tablero universal”.
Cinco seres astrales, Marco (Alfa Centuri), Chloé (Marte), Gero
Domínguez (Orión), Miguel Marín (Nube de Oort) y Yinka Esi Graves (Vega),
forman solos, dúos, tríos, cuartetos y quintetos. Dialogan, corren, se
enfrentan, se acercan, se separan, se alejan, se abrazan, mientras van
esculpiendo figuras fascinantes. La música inunda el escenario. Un tambor se
adueña de sus cuerpos, que saltan, brincan y bailan al compás que les marca. Un
lenguaje sin palabras pero repleto de significados. Un auténtico derroche de
inventiva e imaginación que fue poco a poco seduciendo a un público que los
miraba extasiado y divertido.
Los cuerpos celestes
es un trabajo cuidado, medido, con interpretaciones impecables, donde nada es
fortuito y donde hasta tienen cabida sutiles rasgos de humor y pompas de jabón.
Mención merecen también la banda sonora de Miguel Marín,
brillante y vibrante, las luces de Antonio Valiente, el vestuario de Ismael
Fernández y el diseño escénico de Antonio Godoy. En conjunto, una obra
planetaria y sorprendente. Una obra con la que quisieron recordar a Fernando
Mansilla, el dramaturgo y músico fallecido el pasado junio, y al pintor Jabi
Machado.
José Luis Navarro