Las artes vivas evolucionan, cambian, se enriquecen,
responden a cada tiempo histórico nuevo. Así ha ocurrido siempre con la
pintura, con la danza, con todas las artes. Después de Degas llegó Picasso y nos asombró a todos. A Mario Petipa le siguió Maurice Béjart. En el baile
flamenco, sin embargo, la evolución se ha visto lastrada por un inmovilismo
pertinaz. Es cierto que en ese panorama desalentador han surgido artistas que
han abiertos nuevos caminos. En la mente de todos están los nombres de María
Pagés, Eva Yerbabuena, Israel Galván y Andrés Marín. En este nuevo mundo hay
que incluir a Ana Morales.
Ana hace tiempo que alcanzó un dominio técnico absoluto y se
puso a inventar, a crear. Espectáculo a espectáculo (De
sandalia a tacón, ReciclARTE, Los pasos perdidos, Una mirada lenta, Sin permiso)
ha ido creando un nuevo vocabulario de movimientos, pasos y mudanzas. Con ellos nos asombró y nos cautivó anoche en el
Jueves Flamenco de Cajasol. Denominó el espectáculo Lo indefinido porque carecía de argumento. Era un conjunto de
números independientes, unos ya estrenados y que forman parte de su repertorio
y otros que nacen gérmenes de futuros espectáculos.
Abrió el recital, uno de esos estrenos, “Nana de Alejandría”,
un mano a mano, “un paso a dos” lo llama ella, con Sandra Carrasco que se
inicia con una original figura, un niño en brazos de su madre que lo arrulla
con una nana. Una imagen que pondría también punto final al espectáculo. Cuenta
de nuevo con la voz de Sandra para otro estreno: la versión de “La ciudad sin
sueño” (texto de Federico García Lorca) de Omega
de Enrique Morente, fundida a la petenera de Sin permiso.
Juan José Amador la pone en suerte con una granaína, una taranta y un fandango morentiano. Sigue una seguiriya sobrecogedora, la de Sin permiso, para mí lo mejor de la
noche, en la que, tras una extraordinaria exhibición de percusión de Daniel Suárez, Ana se entrega sin
reservas, apasionadamente, al ritmo y al sentimiento del cante, con un impresionante
despliegue de recursos dancísticos. La finaliza con una vidalita, otra auténtica
muestra de exquisitez artística.
Juan Antonio Suárez “Cano” interpreta una original versión de
“Los Cuatro Muleros” que recogiese García Lorca en sus Canciones Populares Españolas. Ana interpreta una soleá apolá
marchenera y cierra el espectáculo con unas letras de Amador.
En conjunto, un baile fascinante arropado por un acompañamiento
tan innovador como la propia danza.
José Luis Navarro
Fotografías: Remedios Malvárez