Flamenco y Circo


La esencia del flamenco es la expresión de sentimientos. De ahí el uso de términos como “hondura” y “jondo”. Esos sentimientos se transmiten musicalmente, porque el Flamenco también es música. Pero ¿qué ocurre si desaparece la música y los sentimientos? La respuesta parece obvia: que lo que se hace así ya no es flamenco. Viene todo esto a cuento de la exhibición de pies que hizo anoche en el Teatro Central Belén López (Tarragona, 1986). La bailaora catalana demostró una envidiable maestría en el zapateado. Había fuerza y, sobre todo, había velocidad. Donde se dan tres golpes por segundo ella dio cuatro o cinco. Era “el más difícil todavía”. Sin embargo, aquello a mí no me pareció Flamenco, más bien pura exhibición circense. 




El recital, titulado “Universo Pastora”, como su último disco (Universal Music, 2018), tenía dos protagonistas principales: Israel Fernández (Corral de Almoguer, Toledo, 1992) y Diego del Morao (Jerez, 1978). Israel, con lejanos ecos camaroneros,  se acordó de Pastora Pavón "Niña de los Peines", de Tomás, de Pepe Pinto y de Gabriel Moreno, recientemente fallecido, a quien dedicó sus tarantas. Hizo soléa, tarantas, tientos-tangos, bulería por soleá para Belén López, seguiriya, bulerías —personalmente lo que más me gustó—, y un fandango y apuntó muy buenos detalles. 




A Diego del Morao (Jerez, 1978) debió dejársele algún solo en la programación. Tal vez así habría podido lucir todo su talento y su arte sin necesidad de recurrir a continuas digresiones en el cante de Israel.

                                                                                                                                 José Luis Navarro