Padre, hijo y nieto


Arranca el ciclo “Flamenco viene del Sur” para 2019 con una doble apuesta. Una apuesta por la juventud y una apuesta por la permanencia del clasicismo. Lo hace con un espectáculo que titula “Genes-Trilogía” y que protagonizan José el de la Tomasa, Gabriel el de la Tomasa y Manuel el de la Tomasa. Es la presentación de la última generación de una saga artística que se remonta a Joaquín Laserna y sus sobrinos Pepe y Manuel Torre, abuelo y tío abuelo, respectivamente, de José el de la Tomasa, Tomasa y Pies de Plomo, sus padres, Gabriel, su hijo, y Manuel, su nieto.

“Genes-Trilogía” es además toda una antología del cante flamenco clásico, tal y como lo concibe José. Un cante que solo admite la impronta, el timbre de voz y las maneras cantaoras, es decir, la personalidad y condiciones de cada nuevo intérprete. Así es cómo evoluciona y así es cómo se va transmitiendo.


Sobre las tablas del Teatro Central se presentaron un maestro y sus dos mejores discípulos, porque tanto Gabriel como Manuel tienen el sello y la escuela de su padre y de su abuelo. 

José comenzó con una toná liviana, una auténtica declaración de principios:

El cante a mí me viene,
junto a la sangre,
hecho de fantasía,
fatiga y hambre;
que mi familia
todas las penillas
que tiene
cantando alivia.


Siguieron los tres por soleá por bulería. Se quedan solos Gabriel y Manuel y hacen, mano a mano, un romance. Hay un cambio de escena con el telón corrido y comienza la segunda parte.

La empieza Manuel, derrochando juventud y apasionamiento, incluso fogosidad, entregado en cuerpo y alma —fue para mí la sorpresa de la noche—. A sus 20 años ya llama con fuerza en el mundo de los escogidos. Con la guitarra de David de Arahal y al final con las palmas de El Pirulo y Marcos Carpio, hizo taranta, soleá y bulería.

Gabriel, un cantaor hecho y derecho, con la guitarra de Paco Cortés, exprimiendo la delicadeza de los bajos, hizo malagueña rematada con jaberas, cantiñas y soleá apolá.

Y llegó la hora de los maestros. José y Paco Cortés. Hicieron la caña, la seguiriya, ese cante que “cuando lo cantas, te acuerdas de los tuyos, miras para atrás”, dijo José, y remató por fandangos, el cante que le gustaba a su padre.

Cerraron la noche de nuevo los tres con una ronda por tonás. Una espléndida sesión de cante.

                                                                                                                  José Luis Navarro