Flamenco y Jazz (3)


Lionel Hampton y María Angélica

El primer encuentro documentado entre el Jazz y el Flamenco se produce en Madrid, en 1956. Lo protagonizan Lionel Hampton (1908-2002) y María Angélica (1937).



Lionel Hampton ha pasado a la historia del jazz como un vibrafonista sin par —“vibrafonista por antonomasia” le llamó Ted Gioia (2012:250)—, sin embargo, su obra fue mucho más allá de la de un mero instrumentista. Hampton dirigió su propio grupo con el que sobresalió en una época —swing— en la que los había muy buenos (Louis Armstrong, Benny Goodman, Duke Ellington y Count Basie). Hampton fue además uno de los primeros jazzistas en viajar varias veces a Europa.
En su segunda gira por España1, actúa en el madrileño Teatro Carlos III (14 y 15 de marzo), en un concierto patrocinado por la Embajada de los Estados Unidos y el Hot Club de Madrid. Así era anunciado en la prensa madrileña:
Lionel Hampton y su mundialmente famosa orquesta de “jazz”. Próximo acontecimiento en el Carlos III (ABC, 28.2.1956).
                                                                    Patrocinada por la Casa Americana
Y presentada por el Hot Club, la extraordinaria orquesta de “jazz” de Lionel Hampton dará cuatro únicos conciertos en el Carlos III (ABC, 7.3.1956).
                                                                        Un extraordinario espectáculo
Desconocido en Madrid. Los días 14 y 15 de marzo, la orquesta de Lionel Hampton en el Carlos III. Despáchanse localidades con cinco días de antelación, sin recargo (ABC, 10.3.1956).

ABC, 11.3.1956

Y esta fue la reseña que firmó en ABC Antonio Fernández-Cid2:
El espectáculo es alucinante. Al borde, a veces, de lo demencial, lindando con lo histérico y lo epiléptico, cerca del salvajismo primitivo y el desenfreno que salta reglas sonoras…, pero extraordinario, lleno de fuerza, de atractivo, de seducción rítmica, de riqueza instrumental, de color y de personalidad. La de Lionel Hampton es capaz hasta de vencer la —para algunos, entre los que me cuento— tara de origen: ese instrumento, ese vibráfono, que empalagaría de no tocarse con la genialidad que el acredita en los piano y en los fuertes, en los reguladores y en los puros ataques percutidos, en los pasajes melódicos y en los restallantes de pasmosa, insospechada renovación de tiempos; en los tradicionales cometidos para los que se utilizan dos baquetas y en los que el músico, como un taumaturgo, emplea cuatro, juega con ellas, alcanza efectos de armonía sorprendentes…



Espectáculo alucinante. En la sala y en la escena. El público de Madrid, justificadamente inquieto por el largo retardo en el comienzo, entró pronto en situación. A la ininteligible manera de “jalearse” —unos sordos gritos selváticos— de Hampton, a las palmas rítmicas de su conjunto, respondieron siempre los silbidos penetrantes de los gozosos auditores; las palmas, también, de las alturas que, por caprichos de la acústica, llegaban tarde. En todos los finales, mientras las notas se mantenían tiempo y tiempo, hasta que el salto peculiar de Hampton cortaba el sonido poderoso de los instrumentalistas puestos en pie, quienes se levantaban eran los “hinchas”, los “jazzistas”, lo “hamptómanos” —con perdón—. Al principio, diez, doce; al final, cuatrocientos, quinientos. Y el palomar de Carlos III, en que se apretaban juveniles filas de admiradores, parecía que iba a derrumbarse de un momento a otro, que de él podían aterrizar en el patio de butacas los exaltados que de brazos en el aire, con gestos de boxeadores en triunfo, festejaban así el de su ídolo.
Porque Lionel Hampton triunfó por completo en su presentación madrileña. Este género puede gustar o no. Respeto cualquier opinión. Lo indudable es que a quien lo acepte ha de asombrarle cuanto con una incansabilidad insólita, realiza el titular de la orquesta, secundado a las mil maravillas por sus elementos. Hampton toca el vibráfono, como ya se dijo, pero además —y aquí es donde más le admiro— domina la batería, toca el piano con singular gracia y el criterio de doble dedo que algunos utilizamos en la máquina DE escribir, y es de una acometividad en los “ataques”, de un fulgor en los “crescendos” y una contundencia en los “fortísimos” sin parangón posible. Saltan las baquetas, no se rompen, por milagros, tambores y platos, ríe la cara toda, baila el cuerpo, inventa el hombre, con ilusión de poseso. Y suda, suda, pero se diría que continuar tocando toda la tarde, la noche, la madrugada, la mañana… Porque Hampton no se concibe desligado de sus armas de combate.
Sobre la orquesta podrían escribirse muchas cosas. Individualizados los elementos y en conjunto. Creo que lo menos destacado es la vocalista y que tampoco el cantate ofrece particular interés, mientras el “bailarín batería”, Curley Hamner —su número al alimón con Hampton fue sensacional— es de gran eficacia. Intuitivos, fáciles hasta lo inverosímil, la guitarra eléctrica, el otro batería del conjunto, y, sobre todo, el pianista. Admirables, en grupo, las familias de trompones, trompetas y saxofones, principalmente los primeros, empastadísimos, pujantes y suaves a la vez. Luego, los superagudos de uno de los trompetas, que salva todo lo previsible; el “trance” en el que actúa el estupendo saxofón tenor serían motivos de particular glosa. Porque, esto es lo más importante, Hampton viene arropado en tal forma, que no ha de cifrarse el valor en su figura, sino en el todo.
¿Repertorio? Me siento incapaz del detalle. Algunos fragmentos conocidos, otros que, al menos para mí, constituían novedad… En aquellos y en estos, creación permanente, improvisación alegre, plenitud y entrega ejemplar.
Sí; un espectáculo al que ha de irse a sabiendas de que no se van a oír melodías de Schubert; ni aún armónicas rapsodias de Gershwin. Pero por el los amantes del “jazz” —que por lo visto… y oído son muchísimos y nada tímidos— deben gratitud sincera al “Hot Club de Madrid”, gracias al que la visita de esta formación ha sido posible (ABC, 15.3.1956).
Dado el éxito conseguido, Hampton y su orquesta volvieron al Carlos III los días 25, 26 y 27 de marzo de ese año.




En Madrid, Hampton conoce a la bailarina argentita María Angélica —a la sazón 19 años—, que había llegado a Madrid en 1953, debutando en el Teatro Carlos III, y que mantenía muy buenas relaciones con la embajada americana. De hecho un año antes había participado en una fiesta benéfica en el Hotel Castellana Hilton, organizada por las embajadoras de Estados Unidos, Inglaterra y Canadá a beneficio del Hospital Anglo-Americano (ABC, 1 .6.1955). Hampton queda prendado de su manejo de las castañuelas y el representante de RCA considera interesante —y rentable— la unión de Flamenco y Jazz en un disco, así como, por supuesto, la presencia de María Angélica en él. Sería un disco que dejase constancia de este encuentro y esta mutua admiración.
El Disco se graba en Madrid el 30 de junio de ese año y se publica el 28 de junio con el título de Jazz Flamenco3Consta de 10 temas en los que se incluyen algunos de los tópicos más conocidos de la cultura popular española:
Cara A
1. I’ve got a brand new baby.
2. Bob City Flamenco.
3. Lovely Nights in Spain.
4. Spain.
5. The bullfighter from Madrid.
Cara B
1. Hamp’s Jazz Flamenco
2. Tenderly.
3. Hot Club of Madrid Serenade.
4. Toledo Blade.
5. Flamenco Soul.
El disco, sin embargo, salvo los palillos de María Angélica, no tiene nada de Flamenco. Y estos suenan juxtapuestos a la música de Hampton, casi como un apagado fondo rítmico, en ocasiones, un simple punto final o un brevísimo preludio a la interpretación de la orquesta de Hampton. En realidad no son más que un “añadido” que poco aporta al tema. Salvo apenas unos segundos en el tema “Toledo Blade”, carecen del protagonismo del que suelen disfrutar otros instrumentos en el jazz —el vibráfono de Hampton, por ejemplo—. Desde luego, no basta con decir, para mayor desinformación, como se hace en el tema “Bob City Flamenco”, «Vamos a bailar el mango con castañuelas» o en “Hamp’s Jazz Flamenco”, «¡Ole! ¡Ole, muchacha! ¡Juega la castañuela! (…) ¡Ole! ¡Viva España! ¡Dale bastante duro!».
Junto a las castañuelas de María Angélica y el vibráfono de Lionel Hampton, completaban la orquesta Peter Badie (bajo), Scouille  Brown (clarinete), June Gorner (tambor), William Macket (guitarra eléctrica), Óscar Dennard (piano), Bobby Plater (saxo), Curtis Lowe (saxo), Eddie Chamblee (saxo), Walter Morris (trombón) y Dave Gonzales (trompeta).
La RCA hizo dos carpetas, una para la edición de Estados Unidos (Código RCA VICTOR LPM 1422) y otro para la española (Código RCA 3L12015).


RCA VICTOR LPM 1422


RCA 3L12015


Después de esta visita a Madrid, Hampton seguiría presente en la prensa y en la memoria de muchos madrileños. En 1957 llegaba a las pantallas cinematográficas Nace una canción de Howard Hawks, en donde él intervenía junto a  Louis Armstrong y Benny Goddman; en 1959, se anunciaban sus discos; en 1966 actuaba en el Palacio de los Deportes; el 1 de agosto de 1970 daba un concierto en la Sala Pavillón; el 10 de mayo de 1980 otra en el Teatro Alcalá Palace; el 11 de mayo de 1982 en la Carpa Municipal del Jazz montada frente al Tribunal Supremo; y el 9 de noviembre de 1992 participaba en el Festival de Jazz de Madrid.
Por su parte, la bonaerense María Angélica, con algún que otro viaje al extranjero, desarrollaría una peculiar trayectoria como profesional. Bailó en el Teatro Madrid, en el Teatro Club y en el tablao Villa Rosa y llegó a actuar en el Festival del Cante de las Minas de La Unión, anunciada como “bailaora de clásico y flamenco” o “La Gran Argentina”, en los Festivales de España, en el Festival de las Naciones, en el Teatro de la Sorbona y en el Centro Internacional de la Cultura de París, el Liceo de Córdoba, la Feria Regional de Muestras de Valladolid, el Teatro Lope de Vega de Sevilla . Luego, tenemos noticia de los ciclos y cursos de danza para escolares y de los recitales didácticos que compartía con el actor y director teatral argentino Carlos Chaves Catán y que tituló “Diálogo con la Danza Española”, “Proceso a la danza”, “Cronología del Baile Flamenco” u “Orígenes del Baile Flamenco”. A partir de los 80 anunciaba, como María Angélica Catán, su Centro Coreográfico Internacional en Sevilla.




Su repertorio, según diversas notas en prensa, incluía “El amor brujo” de Falla (ABC, 26.11.1965), el bolero “Puerta de Tierra” y “El Albaicín” de Albéniz, los Panaderos del siglo XVIII de Sanlúcar, la “Rapsodia valenciana” de Penella, el “Polo gitano” de Bretón, la muñeira da ría, el ball de L’Hereu Riera, la jota de Alcañiz, tientos, rumbas y bulerías (ABC, 31.12.1969) y el “Bolero” de Ravel (ABC, 19.9.1972).
Lionel Hampton y Tete Montoliu




En la visita que hace Hampton a España en 1956 se produce otro hecho con cierta relevancia: el primer encuentro del jazz español con el norteamericano. Fue en Barcelona el día 12 de marzo y fue otra de esas casualidades que se producen porque sí. Hampton estaba actuando en el Windsor Palace cuando el público arrancó a aplaudir. El norteamericano se dio cuenta y al terminar el concierto preguntó que qué había sucedido. Le dijeron que los asistentes al concierto se había dado cuenta de la presencia en la sala del pianista español Tete Montoliú, precisamente también un músico de jazz. Después ocurrió lo previsible: se conocieron y después del concierto montaron una jazz-session y se tiraron tocando toda la noche. Así lo contó Montoliu:
Yo toqué para él, la primera noche, después de la función, sin público, y por lo visto le gusté; hicimos un poco de música, él con su vibráfono y yo con el piano y llegamos a la conclusión de que parecía que habíamos tocado juntos toda la vida. Al terminar, me dijo que al día siguiente tocaría ante el público; total: que espero un telegrama para grabar discos con él en Paris y, luego, incorporarme a su orquesta (La Vanguardia Española, el 24 de marzo de 1956).
La colaboración de Tete Montoliu (1933-1997) con Hampton se materializó, aunque no constase después en los créditos, con su participación en los temas “Tenderly”, “Spain” y “Toledo Blade” de Jazz Flamenco, así como con su actuación con el grupo norteamericano los días 13 y 14 de julio, en la Monumental de Barcelona.




Después, Hampton diría a la prensa que “un músico extraordinario de «jazz» en España es Vicente Montoliú, de Barcelona” (La Vanguardia, 16.3.1956)

Bibliografía

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García Martínez, José María. 1996. Del Fox-trot al jazz flamenco. Alianza, Madrid.



Gili, Ricard. 2017. Puro Jazz. Redbook, Barcelona.
Gioia, Ted. 2012. Historia del jazz, Fondo de Cultura Económica. Turner, Madrid.
Iglesias, Iván. 2009. “Improvisando aliados: el jazz y la propaganda entre España y Estados Unidos, de la Segunda Guerra Mundial a la Guerra Fría”. VII Encuentro de Investigadores sobre el Franquismo, Santiago de Compostela.
____________. 2017. La modernidad elusiva: jazz, baile y política en la guerra civil española y el franquismo. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid.
Pujol Baulenas, Jordi. 2005. Jazz en Barcelona. 1920 – 1965. Almendra Music, Barcelona.
Tirro, Frank. 2003. Historia del Jazz. Ma non tropo, Barcelona.
Zagalaz, Juan. 2016. “Los orígenes de la relación jazz–flamenco: de Lionel Hampton a Pedro Iturralde (1956 – 1968)”. La Madrugá. Revista de Investigación sobre Flamenco 13. Universidad de Murcia, págs. 93-124.
Zagalaz, Juan. 2012. “El enriquecimiento del jazz en España: un viaje de ida y vuelta a través de algunos de sus máximos exponentes”, Caminando Juntos, IV Encuentros musicales de la Universidad de Jaén, págs. 103-117.
Zagalaz, Juan y Díaz Olaya, Ana María. 2012. “Distintos tipos de contacto entre jazz y flamenco: de la apropiación cultural a la fusión de géneros”, Arte y movimiento 7. Universidad de Jaén.
Notas
1. Era su segunda visita a España. En 1955 ya había actuado en Barcelona.
2. Véase también una entrevista que le hizo Santiago Córdoba unos días después (ABC, 16.3.1956).
3. Véase www.youtube.com.