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LETRAS FLAMENCAS DEL ESCRITOR MANUEL MOYA






En el libro Plaza de abajo (letras flamencas, editado en Galaroza (Huelva)en 2017 por Ediciones Piratas y el Ayuntamiento de Galaroza, el escritor Manuel Moya (Fuenteheridos -Huelva-, 1960), nos ofrece un enjundioso conjunto de letras flamencas además de haikus. Moya ha sido galardonado con prestigiosos premios de poesía y de narrativa (Gabriel Celaya, Leonor, Fernando Quiñones, Antonio Machado, Tiflos,Vicente Núñez o el Premio de la Crítica de Andalucía en 2015, entre otros.

En el libro que comentamos escribe en el prólogo sobre algunas cuestiones como el origen de su afición por la lírica del flamenco o el permanente asunto de la tradición y renovación: “Tras la muerte de mi padre, encontramos en su mesilla de noche un revoltijo de notas personales donde no faltaban unas letras flamencas que él habría ido atesorando a lo largo del tiempo con esa caligrafía suya de trazos altos que tanto me recuerda a un paisaje nuestro de castaños. Eran, por lo general, soleás anónimas, pero tampoco faltaba cierto fragmento lorquiano y algún que otro aforismo tal vez de su propio cuño, y es que mi padre tenía a veces momentos aforísticos, sentencias -él lo hubiera llamado así- que eran como voces dictadas desde la tierra y para la tierra, a la que tanto quería. Fue una de las impresionantes soleás anónimas encontradas entre estos papeles la que finalmente sirviera de epitafio a su tumba: Dejo la puerta entorná, por si arguna vé te diera la tentación d empujá. Tras su muerte, acaso como una manera de amortiguar su pérdida o de seguir su estela por los intersticios de la vida, fui escribiendo algunas letrillas flamencas en forma de cantes de trilla y soleás. En los cantes de trilla está claramente la voz de mi padre en la era, mientras trillaba -trillábamos- la parva. Imagino que algunos de aquellos cantes eran improvisados y, como tales, pasto del inmediato olvido. En las demás faenas agrícolas, no sé por qué, solía cantar carceleras y soleares, tal vez escuchadas a su padre, un buen aficionado al flamenco y sus alrededores, como también lo es mi tío Urbano. A ellos dos dedicaré estas coplas que pretenden beber de las aguas nucleares y profundas del flamenco. El mundo del flamenco está empedrado de vaivenes y pulsiones que son, a mi juicio, los que lo hacen tan vivo y necesario. Desde hace al menos un siglo el llamado cante jondo deambula con absoluta serenidad entre la innovación y la pureza y acaso así deba ser, porque, siendo el jondo, un cante fundamentalmente de raíz, también debiera serlo de tronco, de rama, y de hojas vivas y muertas, de manera que la eterna controversia entre lo puro como clásico y lo vivo como presente, se renueve constantemente. Si el flamenco dejara de ser puro acaso se convirtiera en algo ajeno a las pulsiones individuales y colectivas que lo hicieron posible -y grande y jondo-, pero de no renovarse constantemente acabaría siendo un hermoso fósil de la etnografía meridional ibérica”.

También reivindica el papel de la letra en el cante: “Como poeta advierto con cierta desazón que la letra flamenca, núcleo esencial del cante, voz antes de la voz -recordémoslo-, está muy poco valorada dentro del cante flamenco. Salvo excepciones jamás se cita al autor de las letras que se van a cantar y el papel de los letristas es marginal, cuando realmente la letra es equiparable en importancia a la voz, la guitarra o la caja. Sin la profundidad y la precisión de las letras el flamenco sería simplemente un alarde de voz o de compás, pero perdería gran parte de su hondo atractivo. Si las letras no dijeran nada, o su mensaje fuera superfluo, el flamenco sería incapaz de entrar en conflicto íntimo con el oyente que no escucha voces ininteligibles, sino voces con sentido, historias que lo comunican con su experiencia y con su mundo íntimo. El sentido al flamenco se lo da, sin duda alguna, la letra. Una soleá sin letra no sería nada, y no digamos una seguiriya, un fandango o unas tonás”.

Hace un comentario, que suscribimos, sobre la actitud de algunos cantaores y cantaoras a la hora de repetir las mismas letras cuando hay, desde luego, muchas y buenas de antes y de ahora: “Por eso choca tanto que los buenos cantaores frivolicen tan a menudo con letras pobres y mil veces escuchadas y no dediquen parte de su trabajo en buscar en esos cancioneros o en dejarse asesorar por quienes son capaces de encontrar buenas letras. Podemos asegurar que el acervo literario flamenco es a día de hoy impresionante. Cientos de cancioneros personales y colectivos dan fe de ello. Sin embargo vengo advirtiendo que muchas veces los cantaores actuales -incluyendo a los más grandes- eligen letras poco o nada interesantes o adecuadas, disminuyendo de forma gratuita el valor de su esfuerzo y de su arte. Consideran erróneamente que lo único importante es el estado y la inmanencia de su voz. Pareciera que en pos de una supuesta y acaso mal entendida modernidad, todo les vale y hasta existen cantaores que se “jactan” de ser capaces de poner compás a la guía telefónica o un manual de electricidad. Eso, con ser anecdótico y acaso abrir vías nuevas, no deja de ser una traición al espíritu radical -de raíz- del cante jondo, que es un arte vocal, sin duda, pero que también es una manera de llevar desde la raíz las pulsiones esenciales del hombre. Cuando se frivoliza con la letra, cuando el arte del Silverio se concibe como alarde, se está faltando el respeto a este arte grande que desde sus inicios nos habla del hombre con verdad y hondura, en sus facetas más esenciales, como el amor, el tiempo, los trabajos y fatigas de la vida, la muerte...”.

Sobre la adaptación de poemas de autores de la llamada literatura culta nos dice: “(...) en este camino por “barnizar de prestigiosa cultura el cante flamenco” los cantaores han recurrido, tal vez con exceso, a lo que podríamos llamar literatura culta, creyendo así que el cante se culturizaba, abandonando con frecuencia los contextos vitales que lo han hecho aquello que es, un canto donde vienen a juntarse las emociones humanas y el tirón esencial de la tierra, entendida ésta como el lugar donde se asienta la existencia con todos sus avíos. Así los cantaores más “arrojados” suelen tomar letras de autores cultos que no se concibieron para el compás flamenco y que a veces poco tienen que ver con el contexto existencial donde se asienta el cante. No es fácil el fraguado entre flamenco y poesía culta. Lorca, Alberti o los Machado son excepciones puesto que cada uno de ellos llevaba en su adéene sangre o tierra flamenca”.

Sobre la transcripción de la fonética andaluza que hace de las letras, a nuestro parecer quizá en exceso porque lleva a cierta confusión o dificultad en la lectura, concluye: “He querido traducir las letras a una cierta dicción andaluza, Soy consciente de que con ello corro riesgos innecesarios, pero entiendo que la letra flamenca se remata con la voz nuestra (con las distintas voces nuestras, todo sea dicho) y nosotros, los andaluces, debemos abandonar ese cierto carácter de inferioridad que nos ha sido impuesto y comenzar a sentirnos orgullosos de nuestras habilidades lingüísticas y con nuestras maneras de decir las cosas”.

Hasta aquí parte de su prólogo, realmente una declaración de intenciones, una explicación jugosa e interesante. Ahora ofrecemos lo más importante, una selección -de la que somos responsables- de coplas o letras flamencas y algún haiku de su libro, francamente de calidad y por ello los artistas del cante tienen una gran oportunidad, una más, para renovar su acervo lírico:

MANUEL MOYA, SELECCIÓN DE LETRAS FLAMENCAS DEL LIBRO PLAZA DE ABAJO (2017)1

SOLEARE’

Que no quiero gasolina,
que lo que quiero e’ que vuele’
por mí como golondrina.

Se ma perdío er reló,
mira si lo habré bu’cao,
e’taba en tu corazón.

Mira que vengo arrecío
y tú sentaíta ener fuego,
darme caló no ha’ querío.

A la muerte no le temo
que temo yo a que te vaya’,
si tú no e’tá’ yo me muero.

Pero cómo te iba abrí
si dentro de casa tenía,
gitano, un guardia civí.

Mira que quien musho arrodea,
no yega a sitio ninguno,
por er camino se quea.

Tan jesho e’toy a la’ pena’
que cuando eya’ no vienen
yo mi’mo me voy con eya’.

Tanto me quieren la’ pena’
que si me ausento do' día'
me bu’can bajo la’ piedra’.

E’tán doblando campana’.
Que la muerte venga a verme,
le guardo cuatro palabra’.

Me ha’ cantao la’ cuarenta,
yo a ti te cantaba cien
y me fartaran oshenta.

Yo te firmo de palabra,
no me hace farta er papé
que lo que aquí se acordara
mi sangre lo hará valé.

En la cárce yo me viera,
gitana, de habé’ robao
der güerto tu sementera.

Tú iba’ pa Galaroza
iba yo pa Fuenterío.
En yegando a Vardelarco,
ca moshuelo pa su olivo.

Er viento mece la’ rosa’
y er gorrión el alambre,
quisiera yo a ti mecerte,
primita, como tú sabe’.

Yo a la carse por ti fuera,
si a mí me pide’ robá
robara yo la’ e’treya’.

El agüita de la fuente
cuando te ve a ti la cara
no deja de e’tremecerse.

A mí me dijo mi pare
que pasito que yo diera
no me e’condiera de naide.

La muerte sa presentao,
yo le disho que mañana,
pero mañana, ma disho,
mañana voy a otro lao.

Esha tú agua ar desierto
que yo plantaré ener ma
blanquita’ flore’ d almendro.

Yo no tengo voluntá,
si me jesha’ con lo’ perro’
ayí me pongo a ladrá.

Mira si e’ cabá la luna,
que se mira por iguá
en un sharco der camino
que en la grandeza der má.


PETENERA’

Tú que ha’ perdío a lo’ hombre’,
mírame bien, Petenera,
no me perdió a mí er quererte,
sino er que no me quisiera.


CANTE’ DE TRIYA

Briegan lo’ segaore’
de muy temprano,
musha’ son su’ fatiga’,
ninguna el amo.

Vienen d' arrecogía
lo’ segaore’,
con er só por lo arto,
venga suore’.


HAIKU’ POR BULERIA’

Cómo se arra’
tra la sombra de la luna
por la hojara’ca.

Toda’ se inclinan,
la’ rama’ de lo’ sauce’
si tú t arrima’.

Como corrían
la’ e’trella’ fugace´
por tu’ mejiya’.

Que te divierta’,
si quiere explicacione’,
la wikipedia.

Pasando er río,
tú con tu’ muerto’
y yo con lo’ mío’.

Cómo temblaban
la’ hoja’ de lo’ shopo’
cuando pasaba’.

Notas
1. Las reproducimos tal como lo hace el autor, por supuesto.

                                                                                    José Cenizo Jiménez