Casualmente
ha caído en mis manos un ejemplar de El Globo que no tiene desperdicio. Es del
día 3 de octubre de 1908. Lo firma “El Donado Hablador” y lo titula “Los Cafés
Cantantes”. Dice así:
Ayer se comunicó a todos los cafés cantantes que existen en Madrid, la orden gubernativa de que cesara de actuar el espectáculo.
Suman aquellos el número de nueve.
El cante y el baile cesó anoche, y en algunos cafés sólo hubo piano.
Se regulan esos establecimientos por una Real Orden de Gobernación, firmada por el señor Dato, y en ella se determina que el espectáculo cesará a las doce de la noche, y que para poder funcionar se necesita la conformidad de la mayoría de los vecinos de las casas colindantes y de enfrente al local mencionado.
A la tercera denuncia por faltas, la autoridad gubernativa está facultada para decretar la clausura.
El Sr. Martos O'Neale ha cortado por lo sano, y de pluma y porrazo suspende el jolgorio en los tablados de los cafés cantantes.
A virtud de esa orden, quedan sin ocupación de setenta a ochenta personas entre tocadores de guitarra, cantadores, bailadores de flamenco, boleras y cupletistas.
El café cantante de Madrid se distingue muy mucho del genuino andaluz y flamenco de Sevilla, Cádiz y Málaga.
En estas capitales no actúan camareras como aquí, en Madrid, y las artistas no ayudan a consumir vino a los parroquianos, a menos que éstos las inviten.
Además, tampoco tienen los artistas la obligación de quedarse en el establecimiento hasta las altas horas de la madrugada. Al terminar a las doce de la noche el espectáculo, se retiran.
Si permanecen en el local, lo hacen voluntariamente.
El gobernador, D. Antonio Barroso, que sin ruido ni perjuicios para nadie adoptó, durante su mando, tan provechosas disposiciones, ordenó que en los cafés cantantes de Madrid no hubiera camareras, y esto obligó a los dueños de los mismos a suprimir por completo el espectáculo de bailes y jipios.
Tampoco en la corte hubo nunca un local adecuado y amplio para esa clase de fiestas.
En Sevilla, por ejemplo, el teatro Novedades reúne condiciones adecuadas al objeto, y siempre es notable el cuadro que allí actúa.
Ahora trabajan en dicho local los siguientes artistas:
Tocador de guitarra, José Triana, «El Ecijano».
Cantadores: Antonio Valiente, «El Macareno», uno de los más famosos y que más se distinguen en el género andaluz, y José Pérez, «El Tiznao».
Bailadoras: Magdalena Seda; Antonia Gallardo, «La Coquinera»; Juana Junquera; Rita Ortega. Cantadora: Teresa Seda, «La Jerezana».
Boleras: Carmen Fernández, Presentación Muñoz, María Pardo, Antonia Serrano, Ángela Álvarez y Teresa Jordán.
Coupletistas: Candelaria Medina y «La Lulú».
Este cuadro, tan completo y numeroso, no lo puede costear ningún establecimiento de Madrid de la índole referida.
Entre los muchos cafés cantantes que existieron en la capital de España citaremos los siguientes:
Café de San Fernando, en la calle de Mesón de Paredes.
Café de la Aduana, donde está ahora el restaurant de Ambos Mundos, y que fue propiedad de una mujer bastante conocida en Madrid, que llamaban la Pepita.
Café del Gato, en la calle del mismo nombre, y donde actualmente hay una taberna, y en cuyo café se hizo célebre un cantador apodado la «Escribana».
Café de la Bolsa, en la calle del propio hombre.
Otro en la de Santiago, conocido por el del «Gallego».
El de San Miguel, en donde se originó una cuestión, de la que resultó muerto Paco el «Légaña».
Otro en la calle de Hortaleza, esquina a la de la Reina, en el que mataron a una camarera.
Café de Críspulo, situado en la calle de Embajadores, esquina a la de Pasión (hoy Fray Ceferino González).
Café del Banco, en la calle de Atocha.
Café Corrales, calle Santa Isabel.
Café de Lechuga, en la calle del mismo nombre y en el local que hoy ocupa un establecimiento de tejidos.
Otro en la calle de Caballero de Gracia, cuyo primer dueño se llamó Vázquez.
Café de Sevilla, el mayor de todos, y que estuvo situado en la calla de Jacometrezo, propiedad de Rafael Priego Rodríguez.
Otro en la calle de la Montera, antiguo de El Brillante. El de Las Maldonadas ó de San Millán, denominado de “Los Sepultureros”.
El renombrado de «El Imparcial» y el café Romero, de la calle de Atocha, donde se distinguieron las aplaudidas bailadoras del género andaluz «Las Borriqueras».
Café del Barquillo, en la calle de este nombre.
Y, por último, el café del Carmen, en donde cantó el rey de los cantadores, Silverio. Numerosísimos artistas han pasado por los tablados de esos cafés y de los actuales, clausurados por el Sr. Martos O'Neale.
Entre antiguos y modernos, recordamos: El Mochuelo, El maestro Patino, Habichuelas, Paco Lucena, Rafael el de Lucena, El Dientes, Miguel Gurrull, El Niño de Tomares, El Niño Río, Molina, Reina, Montoya, Ángel Baena, Luisillo, Ángel Zurita, Domingo, Joaquín Rodríguez, La Salud, El Ciego, La Macho, La Cuenca, El Feo, El Raspador, El Quiquí, Pepillo el Tuerto, La Churrona, Paco el Gandul, Rita la Jerezana, Revuelta, La Rubia del Pitillo, Juan Breva, Chacón, Acosta, Las hijas de Enrique el Mellizo, Lola Oro, La Niña de los Tangos, Carmen la Trianera, Aurora Muñoz, El Niño Chico de Jerez, El de las Marianas, El Niño de Cabra, El Pena, La Bélica, El Necle, El Portugués, El Pichirri y otros muchos en el arte del cante, baile andaluz y flamenco, muchos de ellos maestros por su estilo y por su habilidad.