Alfredo Arrebola, Reflexiones flamencas de un cantaor, Granada, Editorial Gami, 2021.
Alfredo Arrebola (Villanueva Mesía -Granada-, 1935), profesor y cantaor reconocido con numerosos premios, es seguramente uno de los investigadores de temas flamencos que más libros han publicado abarcando asuntos de lo más diverso, si bien algunos aspectos, como el de la espiritualidad en el arte flamenco o la relación de éste con los poetas de la poesía llamada culta, son de su especial interés.
Hizo su tesis doctoral sobre “El cante flamenco; vehículo de comunicación y expresión artística” en Granada en 1979. Y durante su ya larga vida de cantaor e investigador no ha dejado de editar libros, como decimos, ganar premios y llegar a formar una buena discografía en torno a estilos, adaptaciones de autores reconocidos de la literatura, etc. En fin, un maestro en toda regla, nunca mejor dicho en todos los aspectos.
De ese largo camino dedicado a divulgar en conferencias, cursos, revistas, homenajes, etc., sus ideas e investigaciones ha seleccionado para este libro, Reflexiones flamencas de un cantaor, un buen número de artículos. Forman una miscelánea, de capítulos en general breves, en torno a variedad de aspectos: la idea de Dios en el flamenco, reconocimiento a artistas (Pepe Pinto, Paco de Lucía, Luis Caballero, Canalejas de Puerto Real...), el vino y el agua en el cante flamenco, el sentir flamenco en escritores (Manuel Benítez Carrasco, Miguel Hernández, Antonio Machado...), etc. Una amalgama donde hay diversos criterios y niveles de interés distintos para el lector, claro, según sus intereses.
Deja patente el autor su formación, su afán por llevar el flamenco a la juventud, por investigar con seriedad, su amor el conjunto de todo lo flamenco (cante, toque, baile, pero también la letra, la copla flamenca, el sustento poético del cante). Enfatiza cada vez que puede en estos artículos o conferencias sus ideas básicas sobre el flamenco: el flamenco y el folclore como “saber popular”; el amor y la muerte como base de la poesía flamenca; la religiosidad (y no panteísmo, en contra de lo que se dice a menudo) del flamenco; el cante como posible instrumento de oración, así como elaboración y purificación; el flamenco como música elaborada, obra de artistas (“el cantaor es músico por naturaleza”); la influencia del romance en su génesis, música y poética; la importancia de Granada en el flamenco (en contra de la afirmación de Luis Suárez Ávila de que no tiene nada que decir en el flamenco); etc. No rehúye, por tanto, las polémicas o prejuicios, que con elegancia y argumentos intenta rebatir.
Cada lector disfrutará con un capítulo o con otro, según su inclinación, como decíamos, pero no cabe duda de que aquí todos encontrarán algo que aprender y, desde luego, mucha pasión unida al conocimiento.
José Cenizo Jiménez