Andrés Marín y Maurice Ravel

Éxtasis/Ravel (Show andaluz) es, ante todo, un espectáculo de danza, inspirado, eso sí, en la música de Maurice Ravel. Una danza que funde pasado, presente y futuro. Baile de tacón y baile de punta. Una danza que, una vez iniciada, cobra vida propia. Crea continuas imágenes y formas de una insólita belleza plástica. Un mágico tour de force. Un universo visual que se apodera de tus ojos.



Desde el foso de un antiguo teatro romano Andrés Marín, con sombrero de paja y un extraño chaleco blanquiverde, y cuatro oníricas momias negras dan principio a una ceremonia contagiosa, a un ritual a la vez religioso y pagano. Una ceremonia y un ritual por el que desfila todo un muestrario de formas y movimientos. El inventario coreutico de Andrés Marín.

Andrés, omnipresente, preside, participa, se esconde, reaparece. Es a la vez director y maestro de ceremonia. Luce un zapateado limpio, nítido, interminable. Flamenco. A su alrededor bailan cuatro figuras negras que combinan la oscuridad con sayas negras y blancas y abanicos blancos y negros. Cuatro siluetas que saltan y se mueven a ras de suelo continuamente creando belleza: Lucía Vázquez, Andrea Antó, Vanessa Aibar y Chloé Brûlé. Cuatro duendes con movimientos milimétricamente acompasados. Cuatro fantasmillas que ponen también una nota de humor cuando juegan con un micro en una parodia cómica.

De pronto empiezan a oírse los primeros compases de una música inmemorial. Se asoman tímidos para ir cobrando fuerza progresivamente. Ha llegado Ravel en todo su esplendor. Su bolero se apropia de antiguas caveas y columnas y de los oídos y las mentes del espectador de hoy. Suena avasallador, grandioso, deslumbrante. Es el estallido final de Éxtasis, atronador, apoteósico.

Capítulo aparte merecen los músicos. Ellos envuelven y dan unidad al espectáculo. Oscar Martín (piano), Alfonso Padilla (saxofones) y Daniel Suárez (percusión) con la batuta de Alberto Carretero consiguen dar vida a lo que a nuestros oídos suena como una orquesta sinfónica. Ellos solos reconstruyen todo un clásico de la historia de la música.

Y otro tanto es obligado decir de José Miguel Pereñíguez, colaborador múltiple de Andrés Marín.

Enhorabuena a todos.

                                                                                    José Luis Navarro