La pretensión de convertir un teatro en un tablao no deja de ser una idea más romántica que efectiva. Afortunadamente, el cante hace décadas que subió a los escenarios teatrales. Fue en la tan denostada época de la llamada Ópera Flamenca. Gracias a ello, los artistas pudieron ver aumentados sus ingresos y muchos pueblos perdidos pudieron contemplar y oír a sus cantaores favoritos. No entendemos, pues, porqué a Arcángel, un cantaor que mira al mañana, le ha dado por estas antiguallas. Lo que diferencia hoy a un tablao con respecto a un teatro es la cercanía con el espectáculo y, claro, eso en la Sala Chicarreros solo se puede lograr en las primeras filas. Concedámosle, sin embargo, su preocupación por el sonido, que no por la iluminación. Estoy seguro que los reporteros gráficos se acordarían de toda su parentela.
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Foto: Remedios Malvárez |
Pasando a lo positivo, que también lo hubo y mucho, Arcángel derrocho maestría y buen gusto, todo con esa afinación exquisita que le caracteriza. Se rodeó además de unos magníficos compañeros de viaje. Dos magníficas guitarras, Dani de Morón y Salvador Gutiérrez; dos palmeros de renombre, sus paisanos Manuel y Antonio Saavedra, “Los Melli”; Vicente Redondo “El Pecas”, una voz emblemática del fandango onubense; y Patricia Guerrero, una bailaora que en su juventud conjuga a la perfección imaginación y elegancia.
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Foto: Jaime Martínez |
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Foto: Remedios Malvárez |
Con tales compañeros fue desgranando, entre otros cantes, el contenido de “Tablao” (fandangos de Huelva, zambras, tangos, malagueña, bulerías, rumbas, sevillanas,…) Más de hora y media de cante de auténtico lujo.
José Luis Navarro
José Luis Navarro