Páginas

Rocío Molina, un nuevo camino

Evidentemente, Carnación no es, ni pretende serlo, una obra de danza. Y mucho menos de flamenco. Tiene, eso sí, algunas pinceladas de zapateado y brazos flamencos y una espectacular cumbia colombiana de cierre. Pero nada más.




Carnación ese rojo carnal que inunda el escenario nada más subirse el telón y ese vestido rojo que Rocío luce, es, en realidad, una espléndida muestra de teatro experimental. Una reflexión sobre las relaciones interpersonales, que nos habla de amor y desamor, de abuso y sumisión, de masoquismo y de sadismo. Hay abrazos y bofetadas. Hay cuerdas que amarran y amordazan.  Hay imágenes y figuras que se convierten en símbolos. Una se repite una y otra vez: Rocío subiéndose a una silla y cayendo de bruces al suelo mientras construye formas cercanas a la escultura grecorromana. Primero lo hace con una silla vacía. Luego con su antagonista masculino sentado en ella.

Otras escenas relevantes son su dominio sobre el hombre al que ata cuerpo, manos y cabeza al estilo Schibari, las vueltas a lo derviche que da con la túnica roja, el pasaje en el que deambula con una falda de miriñaque que termina convirtiéndose en cárcel de sus pensamientos, los zapateado y la salida con la violinista a hombros y, por supuesto, la danza tribal, una auténtica explosión de vida, que protagonizan los miembros de ProyectoeLe, hasta ese momento meros espectadores de lo que sucede en escena y que terminan envolviéndola a ella y al Niño de Elche.






Carnación es pues un paso importante de Rocío Molina en una nueva andadura artística, en esta ocasión en el campo del teatro. Una aventura escénica que no sabemos si será algo pasajero y definitivo en su vida artística, pero indudablemente algo a lo que todo artista tiene pleno derecho.

Para esta obra Rocío ha contado con Juan Kruz (dirección escénica y codirección musical), Pepe Benítez (composición musical y piano), Carlos Marqueríe (diseño de iluminación) y el Niño de Elche (codirección musical y cante). En escena, junto a ella, han estado también Maureen Choi (violín), la soprano Olalla Alemán y el grupo ProyectoeLe, dirigido por Carlos Cansino.

Capítulo aparte es si una obra así debía o no haberse programado en una Bienal de Flamenco. Una cuestión, para algunos, bastante problemática. No hay duda alguna de que Rocío es hoy por hoy una reputada bailaora —“danzaora” prefiere ella llamarse— en el mundo de lo jondo. Una artista que acaba de recibir el León de Oro de la Danza del Festival de Venecia. Creemos que resulta lógico que el aficionado flamenco tenga la oportunidad de ver y conocer sus andanzas actuales —Carnación acaba de estrenarse el pasado 27 de julio precisamente en la Bienal de Danza de Venecia—.


                                                                                                    José Luis Navarro