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Patricia Guerrero triunfa en la Bienal

 

Tras su estreno en el Festival de Arte Flamenco de Mont-de-Marsan (27 de junio) y su paso por el 71 Festival de Música y Danza de Granada (8 de julio) llega al Teatro de la Maestranza Patricia Guerrero con su Deliranza. Con ella justifica con creces el porqué de su reciente Premio Nacional de Danza recibido en 2021 y da un paso más con arrogancia y valentía en el camino que la lleva al indiscutible estrellato en el olimpo de la danza flamenca.




Deliranza es un viaje al país de los sueños y un sueño hecho realidad, en el que Patricia nos da una soberbia lección de baile. Desde que aparece sola en el centro del escenario no deja de bailar. Salvo un breve espacio de tiempo que concede para su lucimiento al soberbio cuerpo de baile que la acompaña y los momentos precisos para cambiarse de ropa Patricia baila sin parar un solo segundo. Más de una hora en la que hace gala de un baile frenético e irresistible que recorre todo el inventario de pasos y figuras conocidos ‒hasta los mismísimos vuelos de falda que hacía a principios del XX la pionera Loïe Fuller‒ y crea otros que nacen de su propia imaginación. Todo un derroche de energía, conocimiento, valentía, fantasía, creatividad y elegancia. Un auténtico tour de force.




Porque eso es Deliranza ‒el baile que hacían los personajes de Alicia en el país de las maravillas del cineasta Tim Burton‒: un viaje al país de la fantasía, al país de los sueños. Un sueño convertido en imágenes y vivido en una noche mágica, en un escenario de luces y tinieblas, compartido por un magistral y disciplinado coro de duendecillos oníricos —Fernando Jiménez, Martí Córbera, Maise Márquez, Gloria del Rosario, Ana Pérez, Hugo Sánchez y Ángel Fariña—, todos vestidos de riguroso negro, hijos de la noche, imágenes del sueño, a veces de una pesadilla, que reproduce sus mismos movimientos, que se acerca a su espacio vital, la seduce y por momentos se adueña de ella.




Un coro que protagoniza un original baile de bastones y otro de sombreros-caretas.




Un sueño llevado a la escena por la sabia mano de Juan Dolores Caballero 'El Chino' con la asombrosa, poderosa, envolvente y obsesiva música de la guitarra de Dani de Morón —su soleá fue espeluznante— con los teclados de Óscar A. Rifbjerg, la percusión de Agustín Diassera y el cante de Sergio Gómez ‘El Colorao’ y Amparo Lagares.

Un baile que termina por sumergir al espectador en un sueño hipnótico, embriagarle e hipnotizarle. Un público que tras esta insólita experiencia termina por rendirse y dedicarle uno de los aplausos más sentidos y sinceros que he oído últimamente.

                                                                                                José Luis Navarro
                                                                                Fotos: Bienal / Claudia Ruiz Caro